Hoy se han cumplido 211 años de la era contemporánea en nuestro país. Una época histórica que por ser la más reciente nos ofrece infinidad de datos llegando a una precisión asombrosa.

Así ocurrió con las jornadas del 2 y 3 de mayo de 1808 cuyas anécdotas y detalles quedaron plasmados en las gacetas, los documentos del Consejo de Castilla, de la Junta Suprema y otras tantas fuentes que nos permiten reconstruir aquel episodio como si fuese casi un contenido en streaming.

El periodista y cronista de la villa de Madrid, Pedro Montoliú Camps, llegó a concretar las horas exactas en las que acontecieron los hechos. Por citar algún ejemplo situó a las 8.45 h. de la mañana las soflamas del maestro cerrajero José Blas Molina quien con sus voces comenzó a arremolinar madrileños a las puertas del Palacio Real.

La precisión con la que se conoce el histórico día del 2 de mayo 1808 ha permitido situar esta placa en el inicio exacto de la contienda.

Por su parte el historiador Luis Miguel Aparisi Laporta, tras estudiar casi 8000 documentos del Archivo de la Villa, logró identificar a las víctimas de los fusilamientos de la montaña de Príncipe Pío.

Dichos héroes fueron en su mayoría de clases trabajadoras y del bajo funcionariado, el botillero José Rodríguez o el alguacil Anselmo Ramírez de Arellano dan cuenta de ello. Pero entre los fusilados hubo un muchacho de 20 años que destacó sobre el resto. Juan Suarez. El único superviviente.

Tras ser hecho prisionero en el cuartel de Monteleón fue conducido al convento de San Bernardino (cerca de la actual Plaza España) y desde allí salió sentenciado como el resto de cautivos a la montaña de Príncipe Pio. En aquel funesto caminar Suárez se percató de que podía librarse de los grilletes. Solamente le dio tiempo a pensar en una estrategia: hacerse el muerto y huir al Real Sitio de la Florida. Los franceses le hirieron, pero logró escapar.

Existe incluso un cementerio, el de la Florida, donde reposan los cuerpos de los fusilados que pintó Goya.

Su testimonio fue clave para entender que el pelotón de fusilamiento eran tropas auxiliares polacas o que entre los fusilados estaba el religioso Francisco Gallego Dávila así como un grupo de obreros formado por: Antonio Zambrano y Zambrano, Domingo Méndez, José Amador, Fernando Madrid, José Reyes Magro, Antonio Méndez Villamil, Manuel Rubio y Martín Ruicavado. Estos se habían organizado formando una milicia y lucharon contra el ejército más poderoso del mundo a ladrillazo limpio en la iglesia de Santiago. Pero como el resto de condenados fueron fusilados aquella madrugada del ya 3 de mayo.

La existencia de un religioso en la pintura de Goya hace pensar en el presbítero del convento de la Encarnación, Francisco Gallego Dávila.

Curiosamente cuando, años más tarde, Goya pintó aquella escena parece que conocía bien la historia, ilustrando el fondo con el convento de María de Aragón (visible entonces desde Príncipe Pío) e incluyó añadió detalles en las víctimas que podrían contarnos más cosas de aquellos desdichados madrileños.

El mayor protagonismo es sin duda para hombre de camisa blanca que extiende sus rudas manos al cielo, a quien se ha identificado con alguno de los obreros, pero es difícil saberlo. Ahora bien, cualquiera que haya trabajado en la obra sabe que es el que mejor vestido para la faena (con colores claros para que no destaque el polvo).

¿Cómo vestían los albañiles en tiempos de Goya? Basta echar un vistazo a su etapa costumbrista para toparnos con uno de los cartones que realizó para la Real Fábrica de Tapices titulado “El albañil herido”. En el que no solo es parecido el atuendo, si no que el protagonista de la escena parece ser el mismo hombre cabizbajo que es llevado en andas por sus compañeros. Lo mismo sucede con el otro albañil que le ayuda cuyo gorro bigote y ropa hacen pensar en el fusilado que implora justo antes de morir.

El parecido entre los fusilados y los albañiles que pintó Goya años invita a pensar... ¿Estaría queriendo representar con aquellas figuras a los obreros que fueron fusilados el 3 de mayo?

Puede que Goya tirase de bocetos y simplemente representase a unos albañiles basándose en otros que ya había pintado. Pero también parece crear una historia conmovedora tras sus pinceladas, en la que aquellos hombres, con vidas unidas por el sufrimiento, compañerismo y el esfuerzo veían ese 3 de Mayo su final en manos de la peor tragedia de todas, el fanatismo de los hombres.