El making off (como dirían los milenials) de cómo Cervantes urdió su obra cumbre nos habla de dobles sentidos, de enemistades y de un sinfín de guiños mediante los cuales se averigua un escritor mucho menos glorioso de lo que se pinta y con más retranca y mala leche de lo que nos imaginamos.

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Actualmente existe un proyecto audiovisual “Descubriendo el Quijote” centrado en la intriga de cómo se gestó El Quijote.

Uno de esos misterios cervantinos es, si existió o no un personaje real que inspirase la figura del hidalgo caballero. A este respecto se han escrito un sinfín de teorías y descubrirlas es toda una aventura.

Antes de adentrarnos en esta misión detectivesca, conviene tener en cuenta varias consideraciones: La primera es, que puede no estar basado en ningún personaje real y que todo obedezca a la imaginación del literato alcalaíno. La segunda es que, tal vez, Cervantes no dejó clara la identidad real, pues de tener éxito la novela (como así fue) se podría haber montado un jaleo monumental con el hidalgo ofendido.
 

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Fernando Rey dio vida en televisión al protagonista cervantino ¿Pero estaría basado Don Quijote en un personaje real?

Partiendo de esta base, tendríamos que buscar un personaje real en fechas cercanas a la publicación de la novela (1605) puesto que la primera página advierte que Don Quijote vivió “no ha mucho“. Entre esas pistas de la novela se nos dice: Que vivía en un lugar de la Mancha, con una ama para los servicios domésticos (que no llegaba a los 40 años), una sobrina (que no llegaba a los 20) y un mozo a modo de criado. De su aspecto físico se dice que era barbado, de complexión recia, seco de carnes y enjuto de rostro, además rondaba los 50 años, que se apellidaba Quijada o Quesada y que tenía por nombre Alonso. Respecto a sus ancestros se intuye que fueron combatientes en alguna guerra pues las armas que porta Don Quijote son las mismas que blandieron sus bisabuelos.

Con estas pistas se han encontrado candidatos muy interesantes. Como, por ejemplo, un vecino del municipio de Esquivias (villa en la que se casó y vivió Miguel de Cervantes) llamado Alonso Quijada.

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Partida bautismal del hijo de Alonso Quijada en el archivo parroquial de Esquivias.

Por otro lado, y tras años de ardua búsqueda en archivos y legajos, el investigador Francisco Javier Escudero ha descubierto varios personajes manchegos cuyas esperpénticas aventuras (ataviados incluso con armaduras y luchando entre molinos) hacen pensar en la inspiración perfecta para el escritor.

Por si esto fuera poco. En Argamasilla De Alba (uno de los pueblos con más papeletas para ser “el lugar de la Mancha”) vivió un hidalgo, Rodrigo Pacheco, que pasó a la historia por haber enloquecido y por tener una serie de coincidencias con las descripciones que en la novela se hacen del hidalgo caballero.

De la locura de Rodrigo Pacheco sabemos gracias a un cuadro exvoto conservado en la iglesia parroquial de Argamasilla, y en cuya base se especifica el prodigio que obró la virgen de Illescas salvando a este hidalgo de la dolencia cerebral que le aquejaba. Es significativo que la fecha en la que se hizo este cuadro sea 1601, es decir, “no ha mucho” de la publicación del Quijote.

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¿Fue Rodrigo Pacheco (en la parte inferior derecha) el hidalgo loco que inspiró a Cervantes?

De Rodrigo Pacheco no nos han llegado muchos datos ya que lamentablemente el archivo parroquial de Argamasilla fue destruido en la guerra Civil, pero además de encajar físicamente en la descripción física existen otros documentos que lo acercan sospechosamente a la figura del Quijote.

La relaciones topográficas de Felipe II cuando hablan de Argamasilla de Alba mencionan (en el capítulo 40) a don Rodrigo Pacheco como un hidalgo en cuya casa viven sus sobrinos, hijos de su hermano Juan Pacheco. Entre los cuáles hay varias mujeres.

De Rodrigo Pacheco también nos dan información distintos pleitos de hidalguía (examinados al detalle por Pilar Serrano de Menchén). Gracias a lo cual sabemos que este hidalgo, al igual que Don Quijote, también tenía un bisabuelo con armas, en concreto Diego Pacheco Avilés, apodado como “el valiente”, y que participó en la guerra de Granada.

Con todo ello vislumbramos como Cervantes pudo haber tomado el nombre de uno, las aventuras de otros, la posición social de otro… para finalmente crear un personaje absolutamente icónico que cambió para siempre la historia de la literatura.