Mucho se ha escrito sobre reyes, ministros y consejeros de palacio, pero sigue habiendo unas figuras olvidadas dentro de la corte española: los bufones.

Su presencia en grandes pinacotecas es una prueba más de su importancia en los siglos XVI y XVII, así lo atestiguan también sus salarios, sus privilegios y, por supuesto, la cercanía a los reyes, lo que les convirtió en unos personajes fascinantes.

Pocas personas tuvieron el privilegio del que gozó Miguel Soplillo al ser retratado junto al rey.

Pocas personas tuvieron el privilegio del que gozó Miguel Soplillo al ser retratado junto al rey.

El protocolo que la casa de Austria había impuesto en España siguiendo la moda borgoñona hacía que todo en palacio estuviese perfectamente medido, cualquier mínimo fallo era tenido como una irreverencia inaceptable y sin embargo unos personajes rompieron toda aquella etiqueta para jolgorio de reyes y nobles.

Esos personajes a los que se les permitía mucho más que al resto de los mortales eran los bufones y en la España del Siglo de Oro brillaron con especial fulgor.

A veces la función de los enanos era jugar con los príncipes e infantes como si fueran un niño más aunque con la sensatez suficiente para que el niño nunca estuviera en peligro.

A veces la función de los enanos era jugar con los príncipes e infantes como si fueran un niño más aunque con la sensatez suficiente para que el niño nunca estuviera en peligro.
 

Una imagen preconcebida nos puede hacer pensar en bufones como personas con pequeña estatura, pero no siempre fue así, “gigantes” como Juan Biladons trabajaron al servicio de su majestad aunque un gran número de bufones lo fueron por su diminuto talle.

Así al menos se habla de Bonami, un bufón al servicio de Felipe III, a quien unos malvados dejaron colgado de una cortina con broche.

Otros bufones sin ser ni “enanos” ni “gigantes” también deleitaron a la corte, tal es el caso de Pablos de Valladolid, quien a pesar de su apellido nació en Vallecas y destacó por su comicidad. A esta lista se sumarían los llamados locos, personas con algún problema mental a quien se examinaba con detenimiento pues la normativa impedía que fuesen “locos con furias” entendiéndose por personas con arrebatos violentos.

El bufón Calabacillas podría entrar en la categoría de locos de palacio, lo cual no quita que gozase de un fabuloso sueldo y el servicio de varios criados.

El bufón Calabacillas podría entrar en la categoría de locos de palacio, lo cual no quita que gozase de un fabuloso sueldo y el servicio de varios criados.

De entre estos locos llama la atención Luis López quien estuvo cinco años al servicio del infante don Carlos, es decir otra persona con problemas mentales. Con semejante panorama la solemnidad de la corte se venía a pique con la presencia los bufones quienes se saltaron a la torera todos los portocolos porque, de hecho, ese era su trabajo, destruir el boato con su descaro. Así lo vemos en el cuadro de las Meninas, en cuyo margen derecho aparece el bufón Nicolasito Pertusato azuzando al mastín que dormita a los pies de la infanta.

Nicolasito Pertusato, pintado por Velázquez en las Meninas, consiguió ser ayuda de cámara de su majestad y el título de don en 1675 siendo conocido desde entonces como “Don Nicolás”.
Nicolasito Pertusato, pintado por Velázquez en las Meninas, consiguió ser ayuda de cámara de su majestad y el título de don en 1675 siendo conocido desde entonces como “Don Nicolás”.
 

Llegados a este punto surge una duda lógica: ¿de veras pintó Velázquez a los bufones para dignificarlos? Todo hace pensar que para nada eran personas discriminadas o humilladas, más bien al contrario sus abultados sueldos (vistiendo incluso ropas de la realeza) y su cercanía a los monarcas les hacían personajes acaudalados e influyentes, de hecho, sus sueldos nos podrían recordar a derminados famosos cuyo papel en televisión es cuestionable pero ganan cuantiosas sumas, o la tremenda fama que alcanzan algunos tiktokers gracias a su anatomía (como Hasbulla Magomedov o los Alcacos).

Por lo tanto, para entender la mentalidad de entonces quizá convenga recordar las palabras del tratadista Juan Eusebio Nieremberg quien en 1629 dijo:
“Que existan hombres pequeños responde al atavío de la naturaleza humana que a veces un lunar causa hermosura y un descuido aseo. El haber nacido de ellos toca al adorno del mundo”.

Sea como fuere, sirvan estas líneas de homenaje a tales personas extraordinarias cuyo lugar en los libros de historia merece ser revindicado destacando sus vidas más allá de su papel en palacio. Pues como bien dicen, en su descripción de Youtube, los famosos Alcacos: todos somos pequeños ante la gran inmensidad del universo.