A lo largo de la historia, los matrimonios de la realeza han tenido más de pactos políticos que de compromisos amorosos. Por eso, la cuestión de estado ha hecho que los “sí quiero” se han conseguido de las maneras más delirantes que podamos imaginar.

Hoy 10 de octubre, se cumplen 173 años del matrimonio entre Isabel II y Francisco de Asís ambos de Borbón, dado que tanto ella como él eran primos, al ser nietos de Carlos IV y María Luisa de Parma. Es posible que una boda entre primos nos suene un poco raro, pero en las monarquías todo es posible.

De hecho, los consuegros de esta boda, Fernando VII y Francisco de Paula, además de ser hermanos estaban casados con sus sobrinas, que a su vez eran hermanas entre sí por ser hijas de María Isabel de Borbón, la hermana de los citados maridos.

Isabel de Borbón y su primo y esposo Francisco de Asís y Borbón

Al final uno no sabe si el batiburrillo genético era por una afición desmedida al incesto o por ahorrarse invitados en el convite, pero lo cierto es que la cuestión de estado tampoco vale como excusa pues, como veremos, políticamente esta boda fue un desastre.

En primer lugar, la elección del novio no fue la decisión más acertada, habida cuenta de que Francisco de Asís, también conocido como Paquito Natillas, era homosexual y en tal situación esperar un heredero al trono parece que no iba a ser fácil.

Por otro lado, puestos a casarse entre primos hubiese sido más inteligente emparejar a la chiquilla con alguno de los hijos de su tío Carlos María Isidro y habernos ahorrado así dos de las tres guerras carlistas.

Pero no fue la única boda disparatada. Casi en la misma fecha que el enlace anterior, un 7 de octubre, pero de 1649, tenía lugar el casamiento entre Felipe IV y su sobrina Mariana de Austria. La muchacha de 15 años, estaba destinada a casarse con su primo el príncipe Baltasar Carlos, pero esa boda no pudo ser. El joven heredero murió prematuramente, dicen las malas lenguas que a raíz de una enfermedad de transmisión sexual al quererle instruir demasiado pronto en las artes amatorias con prostitutas poco recomendables.

Sea como fuere, al no haber otro aspirante varón al trono Mariana se tuvo que casar con el que hubiese sido su suegro, pero que a la vez era su tío y al final acabó siendo su esposo. O lo que es lo mismo, Felipe IV, un cuarentón abúlico de quien se decía incluso que aparentaba más edad.

Mariana de Austria se casó con su tío Felipe IV, ella con 15 años y él con 44

Le quedaba a la joven el consuelo de que su marido era el hombre más poderoso del planeta, famoso en el mundo entero por su refinado gusto artístico y los suntuosos palacios que creó, como el hermosísimo complejo del Buen Retiro. Pues bien, teniendo a su disposición tantos reales y glamurosos sitios, la boda se hizo en Navalcarnero.

Quizá se le dispense a Felipe IV la parquedad de esta boda por haber tenido de modelo la de su señor padre, Felipe III, que no es que fuese especialmente austera pero si terminó siendo un tanto chocarrera. De este monarca siempre se dijo que tenía la autoridad “dormida” e incluso a la hora de escoger esposa cedió tal responsabilidad a su padre, Felipe II, quien desquiciado por el pasotismo del chaval, terminó echando a suertes qué candidata elegir, de las que resultó ganadora Margarita de Austria.

Ser tan apático como Felipe III tiene sus inconvenientes matrimoniales, como por ejemplo, su proverbial indecisión, pero también tiene sus ventajas pues es de los pocos reyes al que no se le conocen amantes

A tanto llegó la burocracia que el desposorio se hizo por poderes sin que los novios estuvieran presentes. De este modo el duque de Sessa en representación de Felipe III y el archiduque Alberto en lugar de Margarita de Austria se dieron el “sí quiero” ante el papa Clemente VIII. Para que luego digan que la iglesia se opone al matrimonio homosexual…

Clemente VIII, un auténtico pionero en bodas de personas del mismo sexo.