A pesar de todos los pesares, todavía no está todo perdido en el mundo. En un solo día se han producido cuatro acontecimientos que demuestran que aún hay Estados democráticos de derecho que funcionan.

El Tribunal Supremo del Reino Unido, por unanimidad, declaró nula e ilegal la suspensión del Parlamento durante cinco semanas forzada por el primer ministro Boris Johnson para evitar que la Cámara de los Comunes bloquease sus planes para el Brexit. En Estados Unidos, la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, informó de la activación del impeachment contra Donald Trump, un juicio político que podría acabar con la destitución del presidente si quedase demostrado que presionó o coaccionó al gobierno de Ucrania para qie investigase al hijo del exvicepresidente Joe Bilden, precandidato demócrata a la Presidencia. En España, el Tribunal Supremo, también por unanimidad, ha rechazado los recursos presentados por la familia del dictador Francisco Franco para evitar la exhumación de sus restos, depositados desde 1975 en el Valle de los Caídos, dando así la razón al Gobierno presidido por Pedro Sánchez que, de conformidad con lo acordado por el Congreso de Diputados, ordenó el traslado del cadáver a una tumba del cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, donde fue enterrada su viuda. Finalmente, siguiendo instrucciones judiciales de la Audiencia Nacional, agentes de la Guardia Civil, con la colaboración de Mossos d’Esquadra, detuvieron en varias poblaciones catalanas, a nueve miembros de los autodenominados Comitès de Defensa de la República (CDR), todos ellos acusados por la supuesta comisión de delitos de terrorismo, tenencia de materiales explosivos y rebelión, aunque dos de ellos quedaron en libertad con cargos mientras los otros siete están pendientes de la decisión judicial sobre cada uno de ellos.

Con características, dimensiones y consecuencias sin duda muy distintas, cada una de estas cuatro informaciones tienen un denominador común que conviene destacar: la existencia y el poder de un Estado democrático de derecho frente a cualquier intento de socavar sus cimientos. Está claro que para Trump y para sus seguidores la mera posibilidad de un impeachment es inadmisible, pero ahí está la apertura de este proceso político, perfectamente constitucional. Del mismo modo que para Boris Johnson y para muchos de sus breaxiters la decisión del Supremo es cuestionable, pero la Cámara de los Comunes vuelve ya a su actividad. También a la familia Franco, así como a todos los franquistas confesos que todavía existen en España y a algunos partidos que se resisten a reconocer el carácter dictatorial del régimen fascista impuesto a sangre y fuego tras la incivil guerra civil y hasta la recuperación de la democracia, están en contra de la decisión del Supremo, pero ahora ya no hay posibilidad alguna para la marcha atrás y, por fin, la momia del dictador será trasladada donde el Gobierno decidió de acuerdo con el mandato parlamentario. Finalmente, por mucho que sean muchas las voces de dirigentes del movimiento secesionista catalán que consideren que las detenciones practicadas por orden judicial de nueve presuntos miembros de una supuesta e incipiente banda terrorista que preparaba acciones criminales, el Estado democrático de derecho, una vez más, ha demostrado su fortaleza también en España.

En estos tiempos de nacionalpopulismos rampantes de diversa índole y en todo tipo de países, reconforta y tranquiliza constatar la capacidad de defensa que siguen teniendo todavía los Estados democráticos de derecho. Habrá que ver cuál es el resultado final de cada una de estas informaciones, de cada una de estas decisiones, pero lo que tienen todas ellas en común es el poder y la fuerza con que un Estado democrático de derecho puede y debe enfrentarse a sus adversarios.