Semana para la fontanería. La política nacional se toma siete días de respiro relativo. Al menos desde el prisma parlamentario. Sin plenos a la vista y sin los partidos en busca de capitalizar el titular a golpe de vídeo viral, la negociación para sacar adelante la senda de estabilidad entra en una nueva etapa. Si bien la semana pasada las partes confirmaban que las conversaciones estaban en marcha, en esta se habrán de intensificar; máxime cuando en Moncloa prevén tener los objetivos de déficit empaquetados antes de los congresos de los partidos independentistas, previstos para este otoño, cuya escalada dialéctica, a su vez, genera cierta preocupación en el Consejo de Ministros.

El PSOE lo intentó hasta el último momento con la reunión en Suiza, pero fue insuficiente. Ante la amenaza de otro titular que cronificara una nueva derrota parlamentaria, el presidente del Gobierno, desde Nueva York, levantó el teléfono para buscarse un nuevo balón de oxígeno. Entonces, el Ejecutivo retiró del orden del día la senda de déficit al no tener los apoyos necesarios para tramitarlo, ganando tiempo para reabrir el diálogo con Junts, que ya había mostrado su rechazo a la senda de estabilidad e instaba al Ejecutivo a presentar un nuevo borrador replicando el mantra de que si son buenos para Cataluña contarán con su voto a favor. Mientras tanto, la respuesta es no y es cristalina.

El pasado jueves, fuentes de Junts y de Moncloa confirmaban que ya se habían sentado en la mesa de negociación. Sin profundizar en demasiados detalles, desde la formación neoconvergente dejaban escapar cierto optimismo al arrastrar al PSOE de nuevo al diálogo y celebraban que han entendido el mensaje: “Cada tema tiene su carpeta. Vamos pieza a pieza”. A su vez, desde el Gobierno transmitían en privado el acuso de recibo. Altos cargos del Ejecutivo daban por superado el pacto de legislatura con los independentistas y asumen que, desde ahora, se negociará “votación por votación”.

La mesa, fuera del foco

El timing ayuda al nuevo contexto por el que pasan las relaciones PSOE-Junts. Tras un calendario plagado de actividad parlamentaria, con los partidos buscando a codazos su hueco en los titulares y en la lista de trending topic, se pasa a un perfil bajo. Esta semana recién estrenada concede una breve tregua política, entregando todo el protagonismo a los equipos de fontanería. De nuevo, las conversaciones pasan y permanecen en el ámbito privado, blindadas del ruido del Hemiciclo.

Decibelios que, por otro lado, traen de cabeza al Ejecutivo. Especialmente en la batalla que libran sus dos socios catalanes por capitalizar el voto independentista y estimular a un electorado que creen dormido. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Junts mantienen desde hace tiempo una afrenta política que complica, según exponen voces autorizadas de Moncloa, el futuro de la legislatura.

El debate sobre financiación autonómica en el Congreso la pasada semana evidenció la tensión entre republicanos y postconvergentes. Junts recriminaba a ERC sus acuerdos con el Estado español “a cambio de nada”, mientras que estos segundos, con Gabriel Rufián a la cabeza, reivindicaban su potencia negociadora para arrastrar al Gobierno hacia pactos sustanciales para Cataluña. De hecho, el cómputo global de la Cámara considera la singularidad catalana como una suerte de concierto fiscal. Todos a excepción de los socialistas y de Junts, quienes esgrimen que el nuevo mecanismo poco o nada tiene que ver con el régimen fiscal de Euskadi, sin ir más lejos.

El combate entre ambas fuerzas se ha trasladado a Madrid, al calor del foco mediático que ofrece el Congreso de los Diputados. Ninguno de los disimula ya, inmersos en su estrategia a largo plazo para resucitar al latente electorado independentista, a pesar de que aún no han sido capaces de rentabilizar su postura, habida cuenta de los escasos movimientos en el apartado demoscópico. El portavoz de los republicanos en la Carrera de San Jerónimo, Gabriel Rufián, explotó desde la tribuna tras varias semanas de silencio ante los ataques neoconvergentes. Intervención que, a la postre, sirvió para que Junts percutiera en su estrategia de dibujar a sus otrora socios como una suerte de siervos de la Administración socialista.

La exportación del campo de batalla catalán a la capital genera cierto recelo entre los miembros del Ejecutivo. Voces autorizadas admiten en privado cierto grado de preocupación ante una escalada que complicará el diálogo con ambas fuerzas políticas. Tienen la creencia de que esta vorágine incidirá en futuras negociaciones, especialmente en la de los Presupuestos Generales del Estado, siempre y cuando cristalice el acuerdo con Junts para desbloquear la senda de estabilidad y el techo de gasto.  

Y es que en el Consejo de Ministros existe un runrún notorio a este respecto, dado que el conflicto en el seno independentista nunca fue tan evidente como ahora. Asumían con cierta naturalidad la guerra sin cuartel en el campo de batalla catalán, habida cuenta de que en Madrid se debatía con un mayor grado de prudencia. Ataques claros y contundentes, pero nunca en un tono de devastación total. A partir de ahora, pese a asumir las “reglas de juego” de Junts, cada voto se venderá más caro al concurrir ambos en una carrera por exhibir sus triunfos frente al Estado español.

Cambio de actitud

A pesar del temor, en Moncloa detectan un cambio de actitud en Junts al reabrir los puentes con el PSOE tras la reunión fallida de Suiza. Hay una rendija al acuerdo y así lo ratifican tanto en público como en privado. Aunque los neoconvergentes remarcan que “nunca” se han levantado de la mesa de negociación, sí admiten que hay cierta actividad fuera del foco. Eso sí, precisan que “vibrar no es lo mismo que moverse”.

En este sentido y sumado al cambio de actitud, esta semana sin demasiada actividad parlamentaria favorece la negociación al blindarla frente a la tensión del Hemiciclo. Si bien desde Moncloa la abordan con relativa calma, esperan tener empaquetados los objetivos de déficit antes de los congresos de las formaciones independentistas para, posteriormente, abordar los Presupuestos una vez conseguido el indispensable voto favorable de ambos. Por ello, la senda se presentará en las próximas semanas, aunque si finalmente Junts se descabalga del acuerdo, se enviarán al Congreso igualmente y, si no sale adelanta, quedarían en vigor los anteriores.