Se acaba el "caloret" del verano y Rita no quiere salir del Senado por miedo a resfriarse. Permítanme la licencia literaria, porque lo que en verdad no quiere es quitarse la toga protectora de senadora, ya que lo que es el edificio de la cámara alta prácticamente no lo ha pisado desde que fue escogida por Mariano Rajoy. En cambio, no ha tenido ningún reparo en prescindir del carnet del Partido Popular, al que pertenece desde su fundación. El noble gesto de dejar de pagar la cuota de afiliada, para seguir cobrando el sueldo de senadora, ha sido muy aplaudido por algunos de sus compañeros y por esos incansables luchadores contra la corrupción que son los muchachos y muchachas de Albert Rivera.

Sin poner en duda el duro sacrificio que hace Rita al dejar el Partido Popular, me parece mucho más práctico que se la obligue a permanecer en él. Y no sólo a ella, los partidos políticos deberían incluir en sus estatutos la imposibilidad de que sus dirigentes se dieran de baja, siempre que no cayeran en una falta de fe o llevaran a cabo acciones que fueran contrarias a la filosofía de la organización. Por lo mucho que sabemos de Rita, ella no ha incurrido en ninguna de las dos causas. Rita no sólo sigue siendo fiel a la ética del Partido Popular, sino que la acción por la que el Tribunal Supremo le abre causa penal: blanqueo de dinero, es una de las razones de ser del partido de Mariano Rajoy (y antes de José María Aznar).

¿Qué sentido tiene, me pregunto yo, darse de baja de un partido por haber seguido a pies juntillas su doctrina? Sería motivo de baja o expulsión del PP, pues no sé yo, si a Rita le hubiera dado por organizar concursos públicos limpios, o no haber aceptado regalos como alcaldesa, y ya no digo nada si hubiera hecho una buena gestión de los servicios públicos. Pero por blanquear dinero con el que financiar el partido y cumplir el objetivo de saqueo del país, sinceramente, me parece un absurdo.

Imagínense el follón que se liaría si el Partido Popular comenzara a expulsar a dirigentes de sus filas y se formaran pequeñas familias que, aunque siguieran a las órdenes del Don, tuvieran estructuras separadas. Además de ser un problema añadido para los pocos investigadores que se dedican al seguimiento de la banda, podría suponer una excusa legal para declararse no responsables de los actos de sus miembros. Cada vez que cazaran a un miembro de la organización criminal, lo expulsarían y dirían que el partido-banda no tiene nada que ver con el acusado porque "ya no es afiliado del partido". Vaya, llego tarde, lo acaba de decir la bichopresidenta del Gobierno.