No estoy indignado porque mis energías son escasas y creo que es mejor dedicarlas a trabajar y a mejorar mi presente y mi futuro. Porque estoy convencido de que si todos nos esforzáramos al máximo, tendríamos la mejor receta para acabar con la crisis.
No estoy indignado porque los que hoy se autodenominan indignados son los mismos que hace unos de años, cuando no tenían problemas para pagar la hipoteca (y el Cayenne que habían metido en el préstamo), ni las comilonas en restaurantes caros, ni presumían de tener en su casa los mejores vinos, no hacían ni puñetero caso de la pobreza y desigualdades que hay en el mundo. Ni criticaban a los bancos que tan alegremente les concedían todos los créditos que pedían.
No estoy indignado porque estar indignado es lo que los psicólogos llaman una “atribución extrínseca”. Es decir, echarle la culpa a otros de lo que sólo la tienes tú. Es decir “el profe me tiene manía” cuando no has estudiado. Es decir “mi jefe es un gilipollas” cuando te pasas la vida pegado a la máquina de café.
No estoy indignado porque el derecho al pataleo es para imbéciles. Porque no soluciona nada, ni sirve para nada. Porque soy demasiado mayor para pensar que gritar y protestar me va a conseguir un trabajo o va a pagar mi hipoteca.
No estoy indignado porque, al lado de la mayoría de la población mundial, somos privilegiados. Porque somos incapaces de valorar lo que tenemos y nos parece mejor quejarnos por lo que no tenemos.
No estoy indignado porque no creo que sea la forma de ser más feliz, ni más productivo, ni de acabar con la crisis, ni con las desigualdades. Sé que la moda es estar indignado, pero yo no puedo ni quiero estarlo.
Pachilanzas's Blog
No estoy indignado porque los que hoy se autodenominan indignados son los mismos que hace unos de años, cuando no tenían problemas para pagar la hipoteca (y el Cayenne que habían metido en el préstamo), ni las comilonas en restaurantes caros, ni presumían de tener en su casa los mejores vinos, no hacían ni puñetero caso de la pobreza y desigualdades que hay en el mundo. Ni criticaban a los bancos que tan alegremente les concedían todos los créditos que pedían.
No estoy indignado porque estar indignado es lo que los psicólogos llaman una “atribución extrínseca”. Es decir, echarle la culpa a otros de lo que sólo la tienes tú. Es decir “el profe me tiene manía” cuando no has estudiado. Es decir “mi jefe es un gilipollas” cuando te pasas la vida pegado a la máquina de café.
No estoy indignado porque el derecho al pataleo es para imbéciles. Porque no soluciona nada, ni sirve para nada. Porque soy demasiado mayor para pensar que gritar y protestar me va a conseguir un trabajo o va a pagar mi hipoteca.
No estoy indignado porque, al lado de la mayoría de la población mundial, somos privilegiados. Porque somos incapaces de valorar lo que tenemos y nos parece mejor quejarnos por lo que no tenemos.
No estoy indignado porque no creo que sea la forma de ser más feliz, ni más productivo, ni de acabar con la crisis, ni con las desigualdades. Sé que la moda es estar indignado, pero yo no puedo ni quiero estarlo.
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