El Papa Francisco ha vuelto a dar una lección de la mejor política. Durante la bendición urbi et orbe el día de Navidad, no sólo reclamó el fin de los conflictos que llenan de sangre, angustias y muerte muchas zonas del planeta, también entró a fondo en el tema de las vacunas contra el Covid, reclamando que todos tengan garantizado el acceso a las mismas. De confirmarse el drama que se apunta en esa dirección, las heridas que no curan volverían a infectar a los de siempre.

Acomodados en nuestro bienestar, a pesar de tener en la puerta de casa sangrantes ejemplos de desigualdad, pobreza y hambre, nos quejamos por tener que cumplir normas antivirus que intentan protegernos. Mientras, los debates ácidos y peregrinos que siguen protagonizando determinadas fuerzas políticas, no conducen a nada y alientan la tensión, cuando otros ciudadanos del mundo viven terribles situaciones sin que se nos mueva una pestaña.

Caen a miles diezmados por la enfermedad sin contar con un sistema de salud que los atienda, ni con el escudo protector de un Estado que intente resolver la agónica situación económica. Entre los conflictos bélicos vigentes ahora mismo destacan las guerras de Siria y Yemen, el conflicto en Oriente Próximo -agravado por la tensión entre Estados Unidos e Irán-, las complejas y múltiples luchas en el Sahel (Malí, Níger o República Centroafricana), la guerra olvidada de Sudán del Sur…

Desde el Vaticano, el Papa en su bendición al mundo insistió en su llamada a la realidad, “porque necesitamos más que nunca la fraternidad” y convocó a pueblos y naciones a superar los conflictos a través del encuentro y del diálogo porque “no podemos se indiferentes al sufrimiento de hermanos”.

No por vez primera, Francisco puso el acento en evitar que las leyes del mercado se pongan por encima de la salud y el amor a la humanidad. De ahí, su llamada a los organismos internacionales para que promuevan la colaboración y no la competencia y la búsqueda de soluciones para todos. Los dirigentes políticos y económicos deberían tomar buena nota de las palabras de Francisco.

Un análisis que el antropólogo y teólogo ítalo-catalán, Javier Melloni comparte el definir la crisis por el corona virus como una travesía que “nos lleva al límite”. Y advierte que de continuar viajando en este tren a toda velocidad, con una actividad frenética que nos hace adictos al consumo, en una curva todo puede saltar por los aires.