Juez y parte. Poco tardó Pablo Iglesias en mostrar sus cartas en el segundo debate. La crispación, como era de esperar, se apoderó desde el minuto uno de la contienda verbal mantenida entre los líderes de la derecha y Pedro Sánchez, que haciendo ímprobos esfuerzos trató de quitarse de encima el peso de las críticas de sus principales adversarios. 

Sin embargo, el tono bronco y aguerrido no gustó a Iglesias. Pidiendo reiteradamente calma a izquierda y derecha desde el centro del plató, el líder morado ha continuado con su estrategia del lunes, aplaudida por muchos analistas políticos. El descenso en las encuestas ha podido marcar el rumbo empleado en los dos debates televisados que se han podido ver en campaña. 

"Yo creo que los espectadores se merecen disfrutar de un debate sin que nos llamemos mentirosos los unos a los otros. Se pueden exponer diferentes opiniones sin descalificaciones", dijo Iglesias a lo largo de su primer turno de réplica. Llamada a la calma y a la concordia que incluso contó con el asentimiento de Casado en el atril de al lado. 

Pero eso sería solo la primera. Después de un cruce de libros malintencionado entre Rivera y Sánchez: tesis del primero al segundo, entrevista a Abascal del segundo al primero. "Yo creo que los espectadores no se merecen el intercambio de libros que acabamos de ver. Se puede discutir de forma más respetuosa", continuó. 

Por último, cansado de las continuas interrupciones y la sobreexcitación de Rivera, se produjo uno de los cruces de palabras más tensos: "Señor Rivera, se puede ser educado en un debate. Es una cuestión de respeto a los espectadores. Está empleando una estrategia de maleducados y a mucha gente que le vota estoy seguro de que no le gusta el tono tan impertinente que lleva a cabo", sentenció Iglesias.