Pese a todos los intentos realizados para etiquetar y clasificar bajo alguna de las categorías familiares lo sucedido en los últimos meses alrededor de las protestas que florecieron en nuestras plazas y calles, el 15M se resiste a ser plenamente aprehendido. Pese a que desconcierte a más de uno, es razonable que así sea, puesto que no se trata de un movimiento social al uso, aunque a falta de otras palabras así nos refiramos a ello. Se trata más bien de un determinado clima social y político, lo que explica una de sus principales características: nadie es el 15M y cualquiera es 15M. Lo que inscribe a una determinada lucha social o política en el conjunto es el hecho de sintonizar con el tono que va construyéndose de forma colectiva.

Los que, desde la derecha política y mediática, y entre la paranoia y el esperpento, agitan supuestas manipulaciones del 15M por parte del PSOE, sólo muestran su completa incapacidad para comprender lo que está pasando. Por ello no es de extrañar que, ante el creciente malestar social, las autoridades de los distintos matices de la derecha gobernante sólo hayan sabido responder con dispositivos policiales.

Ya varios meses antes del 15 de mayo de 2011, cuando para la prensa nacieron los indignados, al observador más perspicaz no se le escapaba un hondo murmullo en las calles, un sordo mar de fondo. Un número creciente de personas se iban sintiendo ajenas a la trivialidad de un juego político percibido como ausente, abstraído, recurrente, y que no responde a las inquietudes ni anhelos de una ciudadanía atenazada por la crisis, de un lado, y por el rigorismo de la austeridad y sus recortes, por el otro.

Durante algún tiempo la machacona letanía del no hay alternativa y la hábil gestión del miedo habían adormecido nuestra capacidad de respuesta. Durante algún tiempo se ha tratado de sostener la promesa de un retorno a la normalidad que ya no es posible.

Con el pretexto de la crisis, las élites financieras, sus corifeos mediáticos y sus aliados políticos no se están limitando a laminar un poco más el Estado del Bienestar, como venían haciendo en Europa desde mediados de la década de los 70. Están culminando un asalto para cambiar de raíz el modelo económico, social y político europeo, poniendo la política al servicio exclusivo del interés privado de los que pueden, con total insensibilidad por la catástrofe social a la que nos conducen.

Han hecho trizas el pacto social que surgió tras la Segunda Guerra Mundial, y no tienen la menor intención de recomponerlo. La izquierda política y sindical debería tomar buena nota de ello y comprender cuál es la dimensión real del desafío. Si se me permite la osadía, creo que tenemos un indicio en la pintada italiana que popularizó aquí la traducción de un artículo de Marco Revelli, y que el 15M ha hecho suya: “Nos habéis quitado demasiado, ahora lo queremos todo”.

La ciudadanía ha sido desposeída, y empieza a ser plenamente consciente de ello, de una auténtica capacidad para determinar colectiva y democráticamente su futuro. Los estrechos márgenes por los que se ha pretendido que circule lo imaginable o lo posible ya no satisfacen. Son muchísimas las personas que rechazan la resignación y el miedo, y se lanzan a experimentar la construcción de resistencias y alternativas. Quizá hoy, más que nunca, crear es resistir.

En estos 12 meses el 15M ha ido madurando y tejiendo, debatiendo y creando. Se han discutido largamente centenares, miles de ideas. Se ha diseñado un Plan de Rescate Ciudadano y se han consensuado cinco puntos que, de forma sintética, expresan los mínimos que se exigen para una salida democrática y socialmente justa de la crisis.

Estos cinco puntos son los que acompañaban a la reciente convocatoria para el día 12 de mayo, una fecha en que hemos vivido una nueva muestra de creatividad y resistencia, de inteligencia colectiva y de no violencia activa. Masivas marchas en más de ochenta ciudades del Estado, a las que hay que sumar manifestaciones y concentraciones que se produjeron a lo largo y ancho del mundo. Pese a la fecha elegida, ciertamente coincidente con el primer aniversario del surgimiento del movimiento 15M, las personas que han organizado las actuales movilizaciones insisten en que no se está rememorando con nostalgia el pasado, sino celebrando el futuro.

Celebrar el futuro exige, por tanto, apropiarse de nuevo de la capacidad de construirlo. Pasa por redescubrir, como ha hecho el 15M, que no estamos aislados sino conectados. Pasa por constituir nuevas formas de estar, de pensar, de relacionarse y de hacer la política.

Porque no estamos asistiendo a una movilización antipolítica. Al contrario, estamos asistiendo al clamor de una ciudadanía que exige otra política. Que con sus propuestas o sus actos pretende ensanchar de nuevo los márgenes de lo que es imaginable y posible. Y aunque es difícil aventurar en qué puede desembocar lo hasta ahora vivido, sí es fácil entrever una cierta potencia, una cierta capacidad germinal, en la determinación, la capacidad de propuesta y auto organización que ha venido demostrando.

Ferran Pedret i Santos es  el Secretario de Movimientos Sociales del PSC