El 25 de noviembre es hoy una fecha global para denunciar la violencia que sufren mujeres y niñas en todo el mundo. Su origen, sin embargo, no está en una ley ni en una campaña institucional, sino en un asesinato político que conmocionó a toda una nación: el de las hermanas Mirabal. Minerva, Patria y María Teresa, conocidas como Las Mariposas, fueron ejecutadas brutalmente en 1960 por orden de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. Su muerte se convirtió en un punto de inflexión social, político y feminista que, décadas después, acabaría inspirando la declaración oficial del 25N como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

El contexto: una dictadura férrea y un país marcado por el miedo

Rafael Leónidas Trujillo gobernó República Dominicana entre 1930 y 1961, uno de los periodos autoritarios más prolongados y represivos de América Latina. Su imagen ocupaba monedas, edificios, escuelas y espacios públicos. Miles de personas fueron víctimas de desaparición, tortura, persecución política y censura.

En ese escenario emergieron las hermanas Mirabal. Criadas en Ojo de Agua, Salcedo —hoy Provincia Hermanas Mirabal—, crecieron en un entorno acomodado y recibieron una educación esmerada. La llegada de Trujillo al poder y la pérdida de gran parte de la fortuna familiar marcaron su conciencia política. Minerva, la más activa de las tres, se incorporó a la resistencia y fundó junto a su marido Manolo Tavárez Justo el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, una organización clandestina que distribuía panfletos, organizaba reuniones secretas y denunciaba la represión del régimen.

Su nombre en clave, Mariposa, empezó a aparecer en comunicados clandestinos y pronto se extendió a sus hermanas. La figura de Minerva, inteligente y decidida, se convirtió además en una obsesión personal para Trujillo desde que, en 1949, ella rechazó públicamente los intentos del dictador por cortejarla en una fiesta. Ese gesto, ampliamente recordado, desencadenó una persecución contra toda la familia. Las tres hermanas —Minerva, Patria y María Teresa— fueron detenidas en varias ocasiones durante 1960, igual que sus maridos. Pasaron por las cárceles de La Victoria y La 40, donde sufrieron torturas físicas y psicológicas. A pesar de ello, siguieron participando en la organización clandestina.

La liberación temporal de Minerva y María Teresa en agosto de 1960, decretada directamente por Trujillo, no buscaba clemencia. El objetivo era mantenerlas fuera de prisión para seguir hostigándolas. Pocas semanas después, reiniciaron sus actividades políticas. La información que manejaba el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) sobre las nuevas reuniones fue clave para preparar el operativo que culminaría en su asesinato.

25 de noviembre de 1960: un asesinato presentado como accidente

El 25 de noviembre las hermanas regresaban de visitar a sus maridos encarcelados en Puerto Plata. En la carretera, cerca del puente de Marapica, su vehículo fue interceptado por un grupo de agentes del SIM. Las tres mujeres y el conductor, Rufino de la Cruz, fueron trasladados a una casa en La Cumbre y ejecutados mediante estrangulamiento y palizas. Posteriormente, los cuerpos fueron introducidos en el jeep y arrojados a un barranco para simular un accidente. Minerva tenía 34 años; Patria, 36; María Teresa, 25.

La noticia se extendió con rapidez. La versión oficial del “accidente” se desmoronó en cuanto se conocieron las primeras evidencias del crimen. Aquel asesinato, brutal y público, generó una ola de indignación que erosionó aún más al régimen. Apenas seis meses después, el 30 de mayo de 1961, Trujillo fue abatido en una emboscada.

La cuarta hermana, Bélgica Adela “Dedé” Mirabal, no participó de forma activa en el movimiento clandestino y se salvó del atentado. Desde entonces dedicó su vida a preservar la memoria de sus hermanas. Fundó la Casa Museo Hermanas Mirabal y publicó Vivas en su jardín (2009), una obra que reconstruye la historia familiar desde la intimidad y la resistencia cotidiana. Falleció en 2014.

La historia de las Mirabal no quedó circunscrita a República Dominicana. En 1981, durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Bogotá, activistas de toda la región propusieron declarar el 25 de noviembre como día de denuncia pública contra la violencia hacia las mujeres, en homenaje a las hermanas. Dieciocho años después, en 1999, Naciones Unidas oficializó la fecha. El 25N se convertía en un día de alcance global para visibilizar la violencia de género, sus causas estructurales y las desigualdades que la sostienen.

Por qué el 25N sigue siendo necesario

Las hermanas Mirabal fueron víctimas de un crimen político, pero hoy representan también el símbolo de una realidad que afecta a millones de mujeres: la violencia basada en género. Su historia se ha convertido en un recordatorio de que los avances legales y sociales no garantizan por sí mismos la erradicación de la violencia.

El 25N continúa siendo una fecha clave para movilizar a la sociedad, exigir recursos públicos, mejorar las políticas de igualdad y recordar a víctimas silenciadas. Como decía Minerva Mirabal: “Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”. Su lucha lo demostró: la memoria puede convertirse en una herramienta poderosa para transformar las estructuras que permiten la violencia.

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