En tiempos de calma y bonanza, cualquiera sirve para capitán de navío. Pero es en plena borrasca, cuando se descubren los auténticos marinos.

Escribía Javier Pérez Royo – que tanta caña ha venido dando al PSOE en los últimos tiempos – que la política es la síntesis de todas las contradicciones que se dan en la sociedad. Por eso no puede ser objeto de estudio científico. En la política entra todo y, además, entra en desorden y sin que se  pueda parar el reloj, ni utilizar instrumentos de precisión, para analizar los distintos elementos de ese todo, que tienen que ser tomados en consideración a la hora de tomar una decisión. En política no hay reactivos químicos, ni microscopios, ni aceleradores de partículas. No hay terreno con mayor inseguridad. Ni terreno en el que haya menos garantía de acierto. Por eso es bonita la política. Si en ella dos más dos fueran cuatro, estaríamos ante una evidencia lógica, claro ¡pero que aburrimiento!

En el desenlace de la moción de censura de los días 31 de mayo y 1 de junio, pudimos comprobarlo. Parecía imposible – afirmaba Pérez Royo -  que Pedro Sánchez pudiera conjuntar una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, a partir de un grupo parlamentario de 84 escaños, sin negociar con nadie y sin comprometerse a dar siquiera una fecha para la convocatoria de elecciones. El diseño de la moción parecía completamente disparatado. Hasta el punto de que muchos amigos y compañeros, e incluso militantes del PSOE, la desaconsejaban con vehemencia en las redes. No contaban con esa fina intuición de la jugada, que una experiencia de muchos años de historia, proporciona a los partidos políticos. Pedro y la dirección del PSOE, analizaron la situación correctamente y actuaron con celeridad. Olfatearon que en el Congreso de los Diputados había, ahora sí, una mayoría abrumadora, que consideraba que Mariano Rajoy no debía seguir como presidente del Gobierno, tras la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel. El no abrumador para la censura, se dijeron,  seguro que existe. Vieron con claridad que en el Congreso de los Diputados había ya, en realidad, dos mayorías coincidentes: una para decir no a Rajoy, y otra para decir no a la convocatoria de elecciones que, en la práctica era, es, un no a Rivera.

Javier Pérez Royo concluye diciendo: “Un candidato desahuciado intuye lo que nadie ve y consigue una victoria espectacular. Y de una manera elegante. El espectáculo del desenlace de la moción ha sido formidable”.

Pues eso.