Después de dos fallidas elecciones generales, la izquierda española, siempre a la vanguardia de la innovación, afronta los terceros comicios con una táctica nunca antes probada: la implosión. Hartos de las tradicionales campañas electorales en las que cada partido confrontaba sus ideas a las de los partidos de ideología diferente e incluso contraria, la izquierda patria ha decidido dar un giro radical a esa vieja forma de entender la política y ofrece un inédito espectáculo de desgarro interno, con vistas a alentar el voto de sus seguidores. De todos es sabido que nada motiva más a un español que participar en una discusión, y si puede ser una en la que hable todo el mundo a la vez, se reparta mierda sin mirar a quien le cae y, muy importante, sin un criterio previamente reflexionado, pues miel sobre hojuelas.

Cierto es que el PSOE y Podemos, aunque con el mismo fin de perder el máximo número de votos, han incluido diferentes matices en su procedimiento. El PSOE ha recurrido a lo que se conoce en politología como el método Brutus, que consiste en que un grupo de fieles dirigentes se acercan al líder con la presunta intención de abrazarlo para, en realidad, apuñalarlo. Al tiempo que se desangra el extinto secretario general, alzan sus voces, para no perder tiempo que las elecciones están a la vuelta de la esquina, a favor de la nueva César, que en tanto no lo es por razón de matrimonio, sino por sus propios méritos, no es necesario que sea ni parezca honrada. 

El método Podemos es, como el propio partido, más moderno. Se utilizan las redes sociales para iniciar lo que parece un sano ejercicio de discusión interna, que se va calentando conforme se van uniendo opiniones de unos y otros. De esta manera al cabo de pocos días, cada uno de los contrincantes sabe muy bien con cuantos apoyos cuenta. Pero cuando el sano intercambio de opiniones y posturas, esencia misma de la recién estrenada agrupación política, se encuentra en su punto álgido, aparece Monedero, el viejo-nuevo líder, y da por finiquitada la tontería con un argumento filosófico de gran peso: Íñigo se ha comportado de manera infantil. Y ahí tienen al número dos de Podemos haciendo pucheros, ante lo que augura que se le avecina al partido si vamos a unos terceros comicios. 

Y mientras, en la campiña popular siguen brotando los casos de corrupción que esquilman nuestras arcas y encarecen o destruyen nuestros servicios públicos. La estrategia de eutanasia activa escogida por la izquierda española es tan impactante, que ha cogido por sorpresa al siempre preparado Mariano Rajoy. Al pobre hombre se le ha desmontado el plan inicial que se basaba en defender su supina estupidez (¿cómo iba a sospechar él que vivía rodeado de mafiosos?), y se ha visto en la obligación de improvisar una ruta por España a paso rápido, simplemente para que parezca que hace algo. Porque las nuevas elecciones, gracias a los extraños más que a los propios, ya las tiene ganadas.