En tiempos en los que el debate sobre la exhumación de Francisco Franco ha adquirido un estatus de estado, merece la pena destacar la existencia del cementerio de El Pardo, al noeste de Madrid. En dicho lugar se erige el panteón de la familia Franco, así como también residen los restos de emblemáticos dirigentes franquistas, como Arias Navarro o Carrero Blanco. Sin embargo, en el camposanto de El Pardo se encuentran también los restos de Rafael Leónidas Trujillo, sanguinario dictador dominicano en cuyo mandato de 31 años se produjeron alrededor de 50.000 muertes

Trujillo efectuó una política basada en el miedo, el anticomunismo, la represión, la falta de libertades y el expolio de las riquezas del país caribeño en aras de incrementar su fortuna personal y la de sus allegados. Sumiendo a la isla en un tenebroso lugar, el dictador buscó el fin de cualquier tipo de oposición y el exterminio de los inmigrantes, que desde Haití cruzaron al país vecino en busca de un lugar mejor en el que vivir.

En octubre de 1937, el sátrapa llevó a cabo la denominada Masacre del Perejil, en la que ordenó el asesinato de más de 30.000 haitianos que vivían en la República Dominicana en régimen de semi esclavitud en zonas rurales de la isla. Cabe destacar que su cuerpo corría sangre de Haití, ya que sus padres eran de la isla vecina; un hecho que no hizo temblar el pulso a Trujillo a la hora de llevar a cabo dicha barbarie.

Tras años ejerciendo el poder de forma férrea, un día de mayo de 1961, un sinfín de balas disparadas por varios opositores alcanzaron el coche en el que viajaba el dictador, quien falleció en el acto.

Los restos de Leónidas, de forma rocambolesca, acabaron en suelo madrileño. En un panteón de mármol negro, cubierto de polvo y visiblemente abandonado, se erige la estructura fúnebre de la Familia Truijillo. Sólo las telarañas, el óxido y las hojas secas hacen compañía a los restos solitarios y marginados del dictador y de su hijo Ramflis Trujillo, quien murió al estrellar su Ferrari en una carretera española en 1969.

A través de un sucio y polvoriento cristal se observa una estancia con varias figuras religiosas, un ramo de flores marchitas y una sensación de total abandono. El único trabajador que hace labores de mantenimiento del cementerio responde de forma escueta y cortante a preguntas sobre Trujillo: “De vez en cuando viene gente. Yo tengo mucho trabajo y no me fijo".

Así fue la vida y desenlace de un dictador dominicano, cuyos restos descansan desde el 19 de noviembre de 1970, a 50 kilómetros de otro dictador y a casi 7.000 de las fosas comunes en las que yacen las decenas de miles de personas que murieron bajo su yugo; compartiendo el dudoso honor de no ser el único dictador enterrado en suelo español.