En Argentina se debate de otra forma: los tiempos se consumen rápido, los candidatos son incapaces de contenerse, se critica con la gracia del insulto de una sátira y las interpelaciones se construyen en segunda persona, huyendo del usted (señor candidato) para pasar al tú (“dale, Javi, subí el nivel”).

Este domingo ha tenido lugar el último debate presidencial antes de las elecciones del 19 de noviembre. Sergio Massa, candidato de Unión por la Patria, y Javier Milei, de la Libertad Avanza, contraponían ideas, réplicas y ataques en una cita marcada por la variedad de estilos: del populismo peronista al agitado nacionalismo de la extrema derecha.

El ministro de Economía se mostró más rápido en sus respuestas e incisivo en sus ataques. Milei, por su parte, dudó y aceptó el terreno que le tendía su rival entre agitadas respuestas y la construcción de un mapa donde la indigencia, la delincuencia y el cáncer de la inflación se apagaban con cada pregunta lanzada por su rival.

Massa, vencedor en la primera ronda, consiguió capear de esta forma unas ajustadísimas encuestas que presagian una noche de infarto el próximo domingo: la segunda vuelta, la última de todas, el futuro de la Argentina. Un escenario en el que el candidato de Unión Por la Patria consiguió un empujón electoral de gran importancia para el peronismo gracias al gran dato de seguimiento que tuvo el debate (un 48% de rating), solo superado en los últimos tiempos por el dato de audiencia de la final del último mundial de fútbol en el que Lionel Messi levantó la copa del mundo (más de un 60%).

El resultado de esta cita, donde también hubo tiempo para hablar de fútbol, fue ecuánime en las grandes cabeceras de Buenos Aires: "Massa tomó la iniciativa y Milei tuvo que mantenerse a la defensiva", titulaba Clarín; "Massa impuso su agenda y Milei no logró incomodarlo con la crisis económica", indicaba La Nación.

Medidas de Estado frente al "cáncer de la inflación"

Massa, en una mezcla de promesas y ataques, vaticinó que, de su mano, en caso de salir elegido en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, llegaría un gran cambio ligado a políticas de Estado y al poder del diálogo como forma de hacer política, a lo que su rival, Milei, contestó que esto no era posible sin alternancia en los nombres en la Casa Rosada.

"Vengo a plantear un gran cambio para la Argentina, que es la construcción de un gran acuerdo con políticas de Estado, con diálogo y consensos, pero sobre todas las cosas con el respeto a los que piensan distinto", indicaba el de Unión por la Patria. Parco en palabras, sin demasiadas ideas ni líneas de confrontación, Milei se limitaba a señalar a su contrincante como “casta” mientras se defendía de las cuestiones que le lanzaba su rival sobre algunas de sus propuestas más polémicas.

De hecho, y fuera de esconder algunas de las líneas básicas de actuación que pertenecen al programa de La Libertad Avanza, el nacionalista Milei aseguraba que promesas como la dolarización de la economía, el cierre del Banco Central o la eliminación de los aranceles para acabar con "el cáncer de la inflación" serán una realidad si su candidatura cuenta con el aval de los votantes argentinos el próximo domingo 19 de noviembre.

Bronca y tensión desde el principio

El primer minuto del que dispusieron ambos candidatos fue el único que se saldó sin ataques gruesos. Milei aprovechaba sus sesenta segundos para pedir un cambio, una renovación frente a la casta y una apuesta por un cambio de rumbo con el que salir del momento de estanflación que atraviesa Argentina: "Sé cómo hacer crecer a la economía y cómo hacer aumentar puestos de trabajo con buenas condiciones, exterminando el cáncer de la inflación. Es imposible cambiar la realidad con las mismas recetas. Una nueva argentina es imposible con los mismos de siempre". 

Massa, por su parte, sabedor de que el debate era largo y tendría más dosis de picante de los necesarios, apostó por una presentación tranquila, de Estado, con constantes llamamientos a la concordia y al entendimiento: "Tenemos por delante la responsabilidad de decidir quién cuidará nuestra salud, nuestro trabajo, nuestra seguridad. Vengo a plantear un gran cambio para la Argentina: la construcción de un gran pacto de Estado con el respeto a quienes piensen diferente. Quién, en definitiva, cuidará a nuestros hijos y nuestras madres".

Superados los prolegómenos, hechas las presentaciones y construido el ring, el resto del debate se volvió más agrio y tenso: "Si vos fueras pinocho ya me hubieses sacado un ojo", lanzó Milei, que se quejaba de los indicadores económicos en una constante oda a la marginalización y la miseria a la que Argentina había llegado gracias a las políticas económicas de su contrincante. 

"Hiciste tu carrera más que como político como estandarte de la televisión. Lo primero que te voy a dar es un consejo: el debate es largo, no te pongas agresivo", contestaba Massa, más tranquilo cuando había que replegarse y defender y más acertado en sus argumentos al ataque. 

La tensión no se quedaría en lo puramente económico. El cruce de reproches, de hecho, llegaría hasta campos tan variopintos como el Papa Francisco o los símiles futbolísticos para rememorar la Guerra de las Malvinas: de Cruyff a Mbappé para sostener las relaciones exteriores y la figura de Margaret Thatcher. "¿Vas a pedir perdón al Papa por llamarle representante del Maligno?", preguntó Massa. "Si la gente se queda más tranquila, lo haré", reculaba Milei. 

No sería la única vez que le tocaría hacerlo. En cuanto a la promesa de un futuro plagado de políticas para revertir la delicada situación que atraviesa el país, Massa optó por su paquete de diez pactos de Estado, con especial peso en lo social, en la educación pública y en la ruptura del techo de cristal de las mujeres; Milei, en cambio, y fiel a sus principios y al estilo que ya se ha podido apreciar en varios de sus socios internacionales, atacó con dureza contra la delincuencia, sembró de dudas la corrupción del anterior gobierno y apostó por mayores penas y condenas para que "los delitos dejen de ser rentables en Argentina". 

Dos minutos finales 

Para finalizar, ambos candidatos dispusieron de dos minutos para dirigirse a Argentina y explicar por qué ellos debían ser merecedores de la confianza de los votantes. Siguiendo la tónica general del resto de la batalla dialéctica, Massa optó por medidas sociales y continuos llamamientos a la familia, "de los pibes a las mamás": "Quiero ser presidente porque mis abuelos y mis viejos vinieron acá escapando de una guerra. Este país se lo dio todo. Me enseñaron a amarlo y valorarlo. Quiero ser presidente para que esas mujeres y esos abuelos que se sienten abandonados se sientan parte integral (…) Sé que algunos no me votan convencidos, pero lo hacen para no elegir el odio, pero les prometo que trabajaré para que sientan que no tiraron su voto". 

Fue Milei quien tuvo la oportunidad de cerrar la cita: "Es el momento de preguntarnos si queremos seguir transitando en un sendero decadente que hace que cada día seamos más pobres e indigentes. Somos un país condenado a la miseria. Por eso te pido que te preguntes, antes de votar, si prefieres inflación a estabilidad; si prefieres decadencia a crecimiento; si quieres seguir manteniendo esta casta parasitaria. El miedo paraliza, y si te paralizas beneficias al statu quo. Nosotros proponemos el modelo de la libertad".