Esta semana la actualidad ha dejado caer una bomba de racimo en el primoroso huerto donde la izquierda venía cultivando en régimen prácticamente de exclusividad algunas de las flores más audaces de la Modernidad: la revolución feminista, el Me Too, la denuncia y persecución del machismo… La conducta depredadora de Íñigo Errejón con las mujeres ha arrasado ese cuidado vergel que la derecha observaba a veces con secreta envidia, a veces con indisimulado resentimiento: "¿Así que los hortelanos del feminismo y la igualdad resulta que no erais tan guays, eh?".
1. Iñigo, Íñigo, Íñigo
La izquierda siente ira, desolación y vergüenza: “Iñigo, Íñigo, Íñigo, ¿qué les has hecho a las mujeres que te dijeron sí y qué a las mujeres que te dijeron no? ¿Qué le has hecho a tu partido? ¿Qué le has hecho a tu Gobierno? ¿Qué te has hecho a ti mismo? ¿Qué nos has hecho a todos y, sobre todo, qué les ha hecho a todas?”. La derecha, por su parte, siente, como sentiría la izquierda en su caso, una morbosa satisfacción y la certeza de que puede sacar petróleo del caso clavando en el corazón de la izquierda una cuña de su propia madera.
2. ¿Superioridad moral? ¡Ja!
No sin razón, la derecha suele acusar a la izquierda de exhibir una superioridad moral que a aquella le resulta particularmente lacerante por distintas razones, aunque la principal de ellas es porque tal superioridad es cierta y está sobradamente contrastada en términos políticos y filosóficos; no obstante y en contra de lo que creen tantos simpatizantes de la izquierda, el hecho de que determinadas ideas sean éticamente mejores que otras no significa que también lo sean las personas que las profesan. De entre quienes creen, pongamos por caso, que el cristianismo es una religión superior al islam, solo los más zopencos piensan que cualquier cristiano de carne y hueso es mejor persona que cualquier musulmán. Quienes, de entre los que profesan la fe de la izquierda, todavía pensaban algo parecido, el fundador de Más País sin duda les habrá abierto los ojos esta semana.
3. El infierno español
El caso Errejón tiene múltiples derivadas y todas son tan interesantes como dolorosas: hay en él derivadas institucionales, sociales, políticas, orgánicas, antropológicas, psicológicas y, dentro de estas últimas, subderivadas psicopatológicas que tal vez no conozcamos nunca y que quizá sean la clave que explicaría la conducta del político madrileño. Como derivada orgánica por excelencia cabe identificar la ceguera de Más Madrid para detectar y castigar lo que estaba sucediendo: y es que a los protocolos de los partidos contra el acoso sexual les ocurre como al célebre infierno español del chiste, donde los condenados están sumergidos hasta el cuello en una balsa de excrementos y cada pocos minutos una afiladísima cuchilla pasa a ras de la superficie obligándolos a sumergir la cabeza: en realidad, es el infierno ideal porque unos días no funciona la cuchilla, otros días el diablo está de baja laboral...
4. Un yerno ideal
El caso Errejón tiene, a su vez, múltiples singularidades, entre ellas la de un altísimo potencial de aprovechamiento político que las derechas se han apresurado explotar. Están perfectamente en su derecho, aunque la munición que alimenta su artillería sea, como cabía esperar, mucho menos la compasión por las víctimas de Errejón que el malsano regocijo de ver arrojado a los leones a uno de los nombres más brillantes y prometedores de la izquierda pro sanchista. Pero la primera y más relevante singularidad del caso es su inverosimilitud. El brillante chaval que cualquier madre de izquierdas (o incluso de derechas) habría deseado como novio de su hija resultó ser, quién lo diría, un mal bicho, un sigiloso maestro del maltrato psicológico a las incautas mujeres que caían en sus redes. Íñigo Errejón es el machista inverosímil por excelencia: esa carita de chico que saca solo sobresalientes pero jamás presume de ello; esa brillantez intelectual que deslumbró a tantos veteranos catedráticos, como un nuevo niño Jesús en el Templo; ese compromiso rotundo y sin fisuras con el feminismo y la igualdad; ese pico de oro a veces torrencial pero cuidadosamente ajeno a la charlatanería; ese estilo implacable con las ideas del adversario pero escrupulosamente respetuoso con su persona… todo ello hacía de Íñigo el más improbable candidato a compartir podio con tipos tan poco recomendables como el expresidente norteamericano Donald Trump, el exdirector del FMI Dominique Strauss-Khan, el tenor Plácido Domingo o el exalcalde de Ponferrada Ismael Álvarez.
5. “Yo sí te creo, hermano Plácido”
Mas no todos los casos de abusos masculinos de miden con la misma vara. Cuando en 2019 Plácido Domingo fue acusado de feos comportamientos parecidos a los de Errejón y de los que el tenor tardó bastantes meses en pedir perdón, las derechas exhibieron con el experimentado pecador un tacto y una condescendencia que para sí quisiera ahora el joven político madrileño: para el mundo conservador, la filiación del ofensor suele pesar más que la gravedad de la propia ofensa. Vayamos, en todo caso, a la hemeroteca para despejar dudas: el 9 de junio de 2021, solo dos años después de haber sido acusado de múltiples abusos por una veintena de compañeras de profesión, Domingo era aclamado en el Auditorio Nacional de Madrid, donde la mayoría de los 1.600 asistentes le dedicaron un aplauso tan entregado y entusiasta que duró nada menos que ¡ocho minutos! Tantos minutos de palmas solo podían significar lo que en realidad significaban: “Yo sí te creo, hermano Plácido”. Es improbable que a Íñigo Errejón vuelva a aplaudirle nadie nunca más.