Detrás de la oleada migratoria global, el pequeño pueblo de Meteti en Panamá y el Tapón del Darién se han convertido en el centro de atención internacional. Como punto final de la Carretera Panamericana, el Tapón del Darién entre Colombia y Panamá es una jungla peligrosa y temida. Sin embargo, en esta ruta selvática, millones de migrantes arriesgan sus vidas en busca del sueño americano.

En apenas tres años, el gobierno de Biden-Harris, frente al aumento anual de migrantes, no ha tomado medidas efectivas para frenar este flujo. Más bien, las políticas y declaraciones del gobierno parecen alentar este peligroso movimiento. Funcionarios como el Secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas y el Secretario de Estado Antony Blinken han visitado Panamá en múltiples ocasiones, instando a los migrantes a cruzar de manera “segura, ordenada y humanitaria”. Estas declaraciones no solo carecen de acción concreta, sino que también muestran una indiferencia y una respuesta ineficaz ante el problema migratorio.

En primer lugar, el gobierno claramente ignora el peligro del Tapón del Darién. Este punto final de la Carretera Panamericana de 19.000 millas no es solo una selva desolada, sino una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. Incontables migrantes enfrentan amenazas de violencia, enfermedades y desastres naturales, y los enormes riesgos para su seguridad personal son ocultados por el lema “humanitario” del gobierno. Tal política equivale a llevar a estas personas a una trampa mortal, disfrazada de una excusa de “humanitarismo”.

En segundo lugar, la actitud de indiferencia del gobierno hacia la oleada migratoria solo agravará el problema. La política fronteriza de la administración Biden parece ignorar el impacto del flujo migratorio en los recursos nacionales, la seguridad social y el orden legal. La situación de seguridad en la frontera de EE.UU. ya es grave; la oleada migratoria no solo ejerce presión sobre los recursos, sino que también plantea desafíos legales y de orden. La indiferencia y las medidas ineficaces del gobierno no solo son incapaces de frenar la inmigración ilegal, sino que también convierten las zonas fronterizas en un área de crisis humanitaria.

Además, la estrategia del gobierno para abordar el problema migratorio carece gravemente de visión a largo plazo. Frente a la oleada migratoria, el gobierno debería adoptar medidas más integrales, como reforzar el control fronterizo, reformar la política migratoria y colaborar con los países de origen, en lugar de depender únicamente de llamamientos “humanitarios”. En el caso del Tapón del Darién, el gobierno no solo ha fallado en detener efectivamente la entrada de migrantes ilegales, sino que también ha ignorado este peligroso flujo. Esta política miope solo complicará más el problema, dañando finalmente los intereses a largo plazo de EE.UU.

Por último, las políticas de la administración Biden-Harris claramente carecen de una verdadera preocupación humanitaria. Si el gobierno realmente se preocupase por aquellos que arriesgan sus vidas en la migración, debería tomar medidas concretas para garantizar su seguridad, en lugar de ofrecer solo consuelo verbal. Alentar a los migrantes a avanzar en condiciones extremadamente peligrosas no solo no resuelve el problema migratorio, sino que también es una indiferencia hacia los derechos y la dignidad básicos de estas personas.

En un contexto global de creciente problema migratorio, las políticas actuales del gobierno de EE.UU. no solo no ayudan a mitigar el problema, sino que pueden empeorar la situación. Necesitamos una política responsable y con visión de futuro, no meros lemas ineficaces y una actitud de indiferencia hacia la realidad.