Cada vez que Felipe González habla al respecto de la situación política española se desata la tormenta. Aparece como un huracán que hace volar las hojas secas, levanta las faldas de las señoras, arruga los periódicos y tras su paso todo queda revuelto y todos despeinados. 
 
Como una tormenta de verano -eres tú-, pues aparece de pronto, sin avisar. El cielo se oscurece, los animales se esconden y el agua comienza a caer con fuerza, helada, arrolladora. Así son sus declaraciones: parecen espontáneas, como si siempre le pillasen haciendo otra cosa mucho más importante (podando bonsais, en la proa de un yate, desayunando en el Palace). Ante cualquier pregunta que le hagan él ya tiene pensado su titular. Adopta un tono casi condescendiente, como si le arrancasen las palabras y le "obligasen" a contestar. Siempre hace lo mismo: un bombazo camuflado de alguna que otra adivinanza, de un sí pero no, haciendo malabares para tener que aparecer próximamente aclarando lo dicho, para aprovechar la atención generada e ir soltando más miguitas de pan
"Jarrón chino"
Da igual donde se encuentre el "jarrón chino", pues el viento coge velocidad de crucero: atraviesa océanos, escala montañas, rodea rascacielos.... y llega como un rayo a todos los mentideros: hace tambalearse los pilares del Partido Socialista mientras la derecha observa la tormenta perfecta sorbiendo una relajante taza de café con leche. Los de Rivera suelen quedar mudos y dependiendo de su interés, copiarán en mayor o menor medida las palabras de González mientras Pablo Iglesias y su séquito preparan las piedras para lanzarlas contra todos los cristales -sobre todo los de Ferraz- aumentando así el estruendo de la tormenta.  La aparición de Felipe siempre viene cargada de entretenimiento, titulares, interpretaciones, aclaraciones y, en definitiva, mantiene vivo el circo en el que se ha convertido la política. 
 
​Los titulares de Felipe son para analizarlos, por muy pequeños y banales que puedan parecer. Jamás carecen de intencionalidad y prácticamente siempre responden a intereses de quienes mueven los hilos de las marionetas. ​Hay quien pueda pensar que el expresidente tiene una bola de cristal que le sirve para adivinar el futuro (recuerden cómo hace dos años ya instaba al PSOE y al PP a pactar si el país lo necesitaba. ¡Vaya! ahora el mantra precisamente es ése: España necesita de unidad y diálogo porque la situación es alarmante. 
Muchas claves
¿Sabía Felipe que llegaríamos a esta situación o más bien él es uno más de los que colaboran en una agenda ya trazada? Basta con seguir sus pasos e ir comprobando cómo en sus palabras suele haber muchas claves que solamente transcurrido el tiempo pueden llegar a comprenderse. Camufladas de ambigüedad sus declaraciones siempre encierran algo más. Cuando González mueve ficha siembre hay consecuencias. 
 
Ayer, el huracán partió desde Chile. Fue el lugar elegido para convocar a Eolo: activó la tormenta sobre las cabezas de los principales candidatos. Mar mediante, Felipe señaló con el dedo a Albert, Pablo, Mariano y Pedro. De repetirse unas elecciones en el mes de diciembre el expresidente le pide a cada uno que no vuelva a presentarse. Es magnánimo y, como un padre, se preocupa por ellos. Dice que no deberían presentarse "Para que se ahorren el rubor" de meter de nuevo la pata. 
 
Entre las filas socialistas ya andan volando las faldas: "¿Por qué no se callará este hombre?" -dicen muchos militantes y dirigentes socialistas-. Aunque esta vez también reconocen estar muy de acuerdo con la sentencia de González, aunque dudan de las intenciones. 
 
Esta bomba se lanza envuelta en el mismo papel de regalo (envenenado): insiste en que el PSOE debería abstenerse y no bloquear el gobierno del PP. Cuanto más habla más desestabiliza a los socialistas que están colgando de un hilo cada día más fino. 
 
Justo ahora que Pedro estaba ganando el respeto que nunca ha tenido desde que lidera el PSOE, justo en este momento en el que su firmeza ante la derecha estaba sirviéndole para ganarse el respaldo de no pocos progresistas, aparece Felipe con su tormenta perfecta para hacerle ver que todo ha sido un sueño y que, si se resiste a despertar, se convertirá en su peor pesadilla.