En un cuento de Italo Calvino, creo recordar, un partisano comunista pasa junto al cura del pueblo, que es su amigo, y le espeta: “Padre, deje de creer en dios, ¿no se ha enterado que ha muerto?” y el cura le responde: “Tráeme a ese dios que yo le reviviré”. Me viene a la memoria este diálogo al leer unas declaraciones del primer ministro socialista (?) francés, Manuel Valls, en las que apuesta por el abandono del término socialista de la imaginería y el ideario de la socialdemocracia porque “hay que acabar con la izquierda anticuada”.
Cree este político que la izquierda crecerá si se desprende de aquello que le identifica con su historia. Y cualquier persona sensata, que no esté dentro de esa noria cada día más seca de ideas, pasión política y compromiso con los débiles que es la socialdemocracia europea, pensará que aquello que deberían hacer los hijos de la rosa es justamente lo contrario: revitalizar el socialismo como el cura siciliano reclamó hacer con su dios moribundo.
Sostiene Tony Judt -casi el único pensador socialdemócrata al que aún respeta este mundo codicioso- que la derecha sin adjetivos, o sea la clásica, la dura, derrotó al comunismo soviético con el hacha implacable de sus añejas ideas y que, con esas mismas armas, encañona desde hace años al socialismo democrático advirtiéndole: “O te rindes o te entierro”. No pocos socialistas están por rendirse, o ya lo han hecho. Valls parece ser uno de ellos. ¿Y los españoles?
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Cree este político que la izquierda crecerá si se desprende de aquello que le identifica con su historia. Y cualquier persona sensata, que no esté dentro de esa noria cada día más seca de ideas, pasión política y compromiso con los débiles que es la socialdemocracia europea, pensará que aquello que deberían hacer los hijos de la rosa es justamente lo contrario: revitalizar el socialismo como el cura siciliano reclamó hacer con su dios moribundo.
Sostiene Tony Judt -casi el único pensador socialdemócrata al que aún respeta este mundo codicioso- que la derecha sin adjetivos, o sea la clásica, la dura, derrotó al comunismo soviético con el hacha implacable de sus añejas ideas y que, con esas mismas armas, encañona desde hace años al socialismo democrático advirtiéndole: “O te rindes o te entierro”. No pocos socialistas están por rendirse, o ya lo han hecho. Valls parece ser uno de ellos. ¿Y los españoles?
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