Todo parecía una balsa de aceite en Vox hasta este lunes. La ultraderecha parlamentaria vivía acomodada entre los cantos de sirenas demoscópicas, con algunas encuestas situándoles en el entorno de los 14 puntos. Datos que desataban el optimismo en Bambú, pero todo ha cambiado a tenor de la dimisión de Juan García-Gallardo. La renuncia de uno de sus líderes regionales más potentes ha abierto la caja de Pandora. En el cuartel general del partido ya existían sospechas de movimientos que apuntaban a una escisión con la conjunción de varios pesos pesados. El temor ha crecido tras la renuncia de su ya exportavoz en las Cortes de Castilla y León, lo cual podría acelerar la cocción de una nueva fuerza en el flanco derecho.

Gallardo presentó su dimisión este lunes, 72 horas después de que la cúpula de Santiago Abascal mandara al patíbulo a dos de sus procuradores y principales apoyos dentro del grupo parlamentario. La dirección había ordenado la purga de Ana Rosa Hernando y Javier Bernardo después de que estos airearan sus quejas por la falta de democracia interna del partido y la adhesión de la delegación europea al grupo de Víktor Orban en la Eurocámara, en lugar de seguir bajo el paraguas de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. La expulsión de ambos motivó al exdirigente territorial a abandonar la nave tras incumplir las directrices que le proporcionó la mano derecha del líder del partido, Ignacio Garriga.

En 72 horas, la vida en Vox ha cambiado radicalmente. Fuentes próximas a la dirección del partido admiten a ElPlural.com que existe una notoria incertidumbre en la cúpula. Y es que no sólo preocupa la renuncia de uno de sus principales activos territoriales, sino que ésta se conjuga con un conglomerado de movimientos alternativos que disparan las alarmas en la sede de Bambú e incentivan su temor a una nueva fractura en la derecha. Esta vez, en su propio espectro.

Movimientos en la ultraderecha

Los cuadros de Santiago Abascal ya experimentaron algo parecido con el proyecto fallido de Macarena Olona, Caminando Juntos, para las elecciones generales de julio de 2023. Aquella tentativa de la exdirigente ultraderechista, sin embargo, quedó en agua de borrajas y apenas rozó la puerta de Vox. La situación actual, por lo tanto, poco o nada tiene que ver con esta breve aventura. Confiesan en privado dirigentes del partido que los inputs que reciben son más preocupantes.

En el extrarradio de Vox crece el rumor de una conjunción que podría cristalizar en un proyecto político serio y con pretensiones de mermar el crecimiento que ha experimentado el partido hasta la fecha. A quien le conceden la titularidad de este corrimientos es al que fuera diputado ultraderechista hasta los prolegómenos del 23J, José Luis Steegmann. El médico de Vox, según creen en la dirección, lleva desde su salida de la formación activando resortes para fraguar una suerte de unión de antiguos pesos pesados de la fuerza comandada por Santiago Abascal.

Pero un solo hombre no puede levantar un proyecto de tamaña envergadura. De ser así, en Vox se respiraría con relativa tranquilidad. Calma que se rompe con la cada vez mayor presencia del que fuera activo primordial de Vox: Iván Espinosa de los Monteros. Precisamente fue la dimisión del exportavoz del Grupo Parlamentario en la Cámara Baja la que propició la renuncia de Steegman. Ambos comparten que la que fuera su formación se ha falangizado y, por ello, dieron un paso a un lado.

Espinosa de los Monteros, muy activo

Ahora, el nombre de Espinosa de los Monteros vuelve a colarse en los titulares de los medios. El exdirigente ultra está cada vez más presente en la vida pública, con constantes comparecencias en actos relativamente mediáticos desde los que llama a la creación de un espacio liberal. Un mensaje que, según las sospechas de la cúpula de Vox, comparten otros antiguos integrantes de la guardia pretoriana de Abascal, como Víctor Sánchez del Real, la propia Macarena Olona o el recientemente dimitido Juan García-Gallardo.

Una conjunción de nombres ilustres que causa cierta sorpresa en los cuadros de Vox. No terminan de entender el encaje de todos estos inputs, sobre todo porque los anteriormente mencionados han tenido alguna que otra fricción entre ellos en el pasado. Bajo el paraguas de su antigua formación, eso sí. Las fuentes consultadas prevén que este conglomerado está captando integrantes que en su día conformaron la primera línea de batalla de Santiago Abascal e incluso sospechan que podrían contar con el apoyo de los activos más derechizados de Ciudadanos.

He aquí donde entraría en juego un hombre que se ha dejado ver en las últimas fechas junto a Espinosa de los Monteros. Cobra fuerza la pujanza de Albert Rivera por regresar a la vanguardia política. De hecho, ambos participaron hace unos días en el foro Letras en Sevilla, Políticos ¿solución o problema? Un debate en el que el exportavoz parlamentario de Vox subrayó la necesidad de “dar la batalla de las ideas”. Negó que fuera el preámbulo de una alianza política, pero sí que deslizó la posibilidad de luchar desde un think-tank, que “no es lo mismo que un partido político”.

Reticencias en la cúpula de Abascal

Cuando el río suena, agua lleva, como bien sugiere el refranero español. Pero en Vox, a pesar de la incertidumbre, se percibe cierto escepticismo. Al margen de la potencia de los perfiles mencionados y las rencillas del pasado, la dirección del partido no termina de el futuro de estos movimientos. Por supuesto, no niegan que puedan existir, especialmente aquellas voces críticas con las “oligarquías” de Vox o la falta de democracia interna. Es más, incluso se refieren a este grupo como “la internacional de los descontentos” para suavizar un posible impacto directo.

Pese a ello, son las denuncias contra las cúpulas de Vox las que dan cierta forma a esta posible escisión. Aun con la amenaza aún latente, desde el entorno del presidente del partido se ponen la venda antes de la herida y se remiten a los números que arroja la demoscopia. Argumentan que las encuestas les conceden un 14% de votos y un ensanchamiento del grupo parlamentario hasta pasados los 40 escaños. Es decir, que se sienten muy fuertes de cara al electorado, fundamentado por su potente caladero de votos. De ahí que duden del encaje de estas nuevas alianzas tejidas por sus antiguos dirigentes.

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