La ministra de Defensa, Margarita Robles, echó un capote al Rey en la Pascua Militar para replicar el turbio asunto de los militares en la reserva que escribieron a Felipe VI. Este grupo de militares denunciaron que el Gobierno atentaba “contra la unidad nacional”, en la misma línea de Vox.

Margarita Robles evitó que el Rey tuviera que entrar en materia formulando ella misma la contestación. Un nuevo favor a Felipe VI, esta vez por parte de la titular de una cartera que se distingue por su capacidad para argumentar sin tapujos: "Nadie tiene derecho, y menos quienes en su día vistieron el uniforme de las Fuerzas Armadas, a perjudicar el inmenso prestigio que tienen nuestros Ejércitos, con la plena conciencia y agradecimiento de la sociedad española", dijo. También calificó a los firmantes de “insignificante minoría que solo se representa a sí misma”, que buscaba publicidad y protagonismo inmerecidos. 

Por otra parte habrá que preguntarse si el monarca podía haber sido más claro. Probablemente, sí. Se limitó a recordar como mando supremo y como compañero que “todos estamos incondicionalmente comprometidos con la Constitución” y que es la Carta Magna la que marca los deberes. 

En la difícil situación que rodea a Felipe VI suele dejar un cierto poso de insatisfacción en cuestiones que inquietan a la sociedad. Reitero, como ya he escrito en otras ocasiones, que nadie le va a pedir que eche a su padre a los leones, en relación a la apurada situación en la que se encuentra el emérito por supuestas irregularidades fiscales, pero sí se le puede exigir más contundencia en cuestiones como esta, la de los militares provocadores, máxime cuando ya vivimos en este país un intento de golpe de estado de autoría castrense. 

Estas vacilaciones son las que juegan en contra de la Jefatura del Estado más que las críticas de los partidos republicanos que, a fin de cuentas, hacen el papel que les toca. El anuncio de una Ley de la Corona, que podría incluso ser refrendada en sede parlamentaria parecía una buena noticia. Pero ya empiezan los recortes al entusiasmo inicial, según relataba El País, y la idea se va constriñendo a una especie de normativa referida a la Institución, sobre la que Moncloa advierte que será Zarzuela quien marque la pauta para las reformas que se vean necesarias en aras de la transparencia. Pablo Casado, líder del PP, ya se ha apuntado a colaborar en ese proceso. 

La verdad es que poner encima de la mesa esa iniciativa era una buena ocasión para coger el toro por los cuernos y resolver temas como la inviolabilidad real. Pero, sabiendo además que los asuntos de Juan Carlos I están pendientes aún de la mirada de la Justicia y del fisco, debe pesar más el temor a abrir el melón de un posible debate sobre monarquía y república. Pedro Sánchez, una vez más, se ve obligado a hacer encaje de bolillos entre sus socios, la oposición y la Corona.