Durante meses se insistió en que el objetivo común era frenar a la derecha. Pero bajo el barniz de unidad, Podemos y Sumar han cultivado una rivalidad que ya es imposible disimular. Sumar abordó este pasado fin de semana su proceso de resignificación. Una reestructuración para coger aire de cara al próximo ciclo electoral, que todavía apenas se distingue en el horizonte. Con margen de sobra para reconstruir el espacio electoral a la izquierda del PSOE, los magentas apuestan por el debate sosegado para edificar una alternativa robusta que permita la reedición de la fórmula de las elecciones generales del 23 de julio. Pero para ello, Podemos se antoja imprescindible. Los morados deberían de ser parte sustancial, pero por el momento alejan las opciones de una confluencia de partidos y apuestan por plantar batalla a sus excompañeros para seducir a Izquierda Unida e instalar su preciado motor.
Un nuevo capítulo del eterno ‘juego de tronos’ en el que las alianzas duran lo que un suspiro y las traiciones se camuflan bajo promesas de unidad. Podemos y Sumar han dejado de disimular: abren fuego por la hegemonía del espacio mientras sus discursos invocan la confluencia y sus estrategias dibujan líneas rojas. La batalla apenas acaba de empezar.
La plataforma ideada por Yolanda Díaz movió ficha primero en la partida de ajedrez con Podemos. Sumar quiere capitalizar el debate de la unidad a la izquierda del PSOE. Saben que una sola marca fuera del paraguas lastraría las opciones no sólo de su espectro, sino también de la reedición de un gobierno de coalición progresista. La división del voto sería letal para un espacio que debe reconstruirse de sus cenizas bajo la premisa común de impedir el ascenso al poder de la presumible coalición PP-Vox. Esa es la prioridad, al menos así lo plasmaron en el reboot de la marca este pasado fin de semana y lo confirman voces autorizadas de la formación.
El segundo cónclave magenta ha servido para sentar las bases de tal reconstrucción, renunciando al tabú de la confluencia con Podemos para cerrar heridas con quienes en 2023 estrecharon lazos para las elecciones. Una alianza que le sirvió a la izquierda retener el poder durante cuatro años más contra todo pronóstico, aunque se resquebrajó por completo al poco de comenzar la legislatura, cuando los de Ione Belarra proclamaron una declaración unilateral de independencia para buscar su propia salvación.
De ahí se desprende que pongan el acento en la importancia de tender puentes y rehuir del intercambio de reproches, aunque entienden la “guerra de titulares” que plantea una formación que, como Sumar, está en pleno proceso de resignificación. Voces del entorno magenta comprenden el plano y el momento en el que está Podemos, que debe reconectar con sus votantes antes de afrontar una asamblea que marcará el futuro de la marca morada.
IU, en juego
Precisamente, fuentes magentas subrayan que la disolución del espacio unitario se antojaría como una rendición en la batalla de las ideas contra lo que el PSOE bautiza como “internacional ultraderechista”. Sobre todo, porque defienden la lista del 23-J como una fórmula de éxito que ha permitido implantar “medidas que mejoran la vida de la gente”, como la futura reforma laboral que está prevista que aterrice a lo largo de este primer semestre de 2025. Sin prisa, sin pausa y con el foco puesto en la reconstrucción de los puentes. Esas son las premisas del libreto magenta para este proceso de reconstrucción.
Pero para armar los puentes rotos no sólo necesitan a Podemos, sino que la maquinaria precisa de un engranaje crucial como es Izquierda Unida. La histórica formación es el factor X para permear por los estratos del país, amortiguando las carencias magentas y moradas en implantación territorial. Por ello, lo que plantean los de Yolanda Díaz no implicaría una absorción de los espacios presuntamente minoritarios, sino que apuesta por la “autonomía política” de la que se desprendan unas primarias para configurar las listas finales.
La candidatura unitaria pasa por mantener lo que ya está, pero estimulando lagunas pretéritas para encajar las piezas de Izquierda Unida y de Podemos. Su coordinadora general pasó de puntillas sobre esta cuestión. Sin dar excesivas pistas, Lara Hernández anunció que “el tiempo del partido único se acabó”, apostando por abrir una ventana a los acuerdos “de confluencias” y de “coaliciones”, aprendiendo a escuchar a todas las patas que conforman la coalición. “Las que lo hacen hoy y las que lo hicieron en julio del 23”, remató.
La nueva hoja de ruta de Podemos y la eterna sombra de Iglesias
En el tablero de fondo, Podemos ha intensificado en las últimas semanas su estrategia para acercarse a Izquierda Unida, en un movimiento calculado que busca minar el escaso liderazgo que conserva Yolanda Díaz tras su salida de la primera línea política. La formación morada ha detectado en IU una posible aliada con la que volver a tejer una estructura territorial que se resquebrajó tras el divorcio con Sumar. La operación tiene doble objetivo: recomponer músculo organizativo y debilitar la influencia de un espacio que, a juicio de los de Belarra, ha quedado huérfano de proyecto político.
El viraje se produce tras un cambio de ciclo marcado por la retirada de Díaz y la proclamación de una nueva bicefalia en Sumar, con Lara Hernández y Carlos Martín al frente. Pero en Podemos no hay intención de reconstruir nada con quienes consideran corresponsables del desmoronamiento del espacio. Fuentes próximas al partido insisten en que “Sumar está muerto” y que sólo la pulsión mediática por mantener el relato de la unidad impide asumir ese deceso político.
En este contexto, la figura de Pablo Iglesias ha vuelto a cobrar peso dentro del organigrama del partido, con una presencia cada vez más visible en las decisiones estratégicas y en la construcción del relato público. Aunque formalmente apartado de la primera línea, el exlíder continúa marcando el compás ideológico de la formación, que sigue viviendo bajo su sombra. Iglesias ha recuperado presencia mediática para fijar una línea roja: ni absorción ni fusión. La única vía es la reconstrucción desde las propias cenizas de Podemos, con un discurso propio y sin concesiones a lo que califican como “moderación vacía”.
Podemos se prepara para esa reconstrucción con un calendario claro: consolidar alianzas orgánicas con Izquierda Unida, mantener la tensión discursiva con el PSOE y abrir espacio entre el electorado que no se siente interpelado por los actuales equilibrios de gobierno. La hipótesis que manejan pasa por liderar un nuevo polo a la izquierda del PSOE, con estructuras diferenciadas pero coordinadas electoralmente. La formación que dirige Antonio Maíllo, ahora en una posición más permeable tras años de fricciones, aparece como una pieza decisiva en ese engranaje. Sin IU, cualquier intento de reconfigurar el espacio quedaría cojo.
Por último, cabe destacar que la ofensiva se enmarca en un momento donde Podemos ha logrado cierta recuperación de iniciativa política, en parte gracias a su discurso propio en el terreno internacional. A diferencia del PSOE y de lo que fue Sumar, Podemos ha mantenido una voz nítida en el conflicto de Ucrania, defendiendo una vía diplomática frente al envío de armas, y ha sido particularmente contundente en su condena a Israel por los ataques sobre la población palestina en Gaza. Esa coherencia discursiva, aunque impopular en ciertos sectores, ha servido para recuperar crédito entre una parte del electorado movilizado que valora la constancia frente al cálculo.