El franquismo que destrozó la democracia española instaurada con la II República mediante un golpe de Estado, y nos sumió en cuarenta años de una dictadura aliada con el fascismo europeo, ha continuado presente en la democracia, asomando la cara cada vez con más frecuencia en los últimos años.

Sin ir más lejos, en el Ayuntamiento de Madrid, el alcalde y portavoz nacional del Partido Popular, José Luis Martínez-Almeida, ha mantenido las consignas de aquel régimen al dar la orden – junto a Ciudadanos- de destrozar a martillazos la placa que recordaba a Francisco Largo Caballero, histórico dirigente del PSOE y de la UGT. El regidor seguía instrucciones de su socio de Vox, Javier Ortega Smith, quien propuso el desmán histórico en un discurso realizado en el pleno, cargado de odio. 

Los franquistas se irritaron con la exhumación del dictador del Valle de los Caídos, hace ahora un año. Ese día supimos que algún representante de la familia no se comportó bien durante el acto, con absoluta falta de saber estar. A los nietos de Franco les educaron en la idea de que España era su particular patio de juegos.  Esa mala educación, basada en el derecho a obtenerlo todo, se ha vuelto a evidenciar en la pelea que han mantenido sus descendientes por el Pazo de Meirás.

Un castillo señorial de tres torres que el pueblo gallego se vio obligado a costear en su día, como regalo o cesión “para el caudillo” que lo convirtió en su residencia de veraneo y que más tarde heredó su hija Carmen, duquesa de Franco.

Tras un duro litigio en que la familia incluso intentó venderlo, un Juzgado de La Coruña sentenció, el 2 de septiembre pasado, que el Pazo era propiedad del Estado. Y así será, partir del próximo 10 de diciembre. La orden judicial declaró nula y sin efecto, la supuesta “donación personal”. Ahora, la batalla se centra en conseguir que sus ocupantes se vayan sin llevarse nada que no deban, como la biblioteca de la escritora Emilia Pardo Bazán.

 Cartas y cartas de las gran prosista gallega dirigidas a Benito Pérez Galdós nutren las librerías del Pazo de Meirás. Su amor por uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX, llevó a la condesa de Pardo Bazán a escribirle párrafos como este: “Hay en mí una vida tal afectiva y física, que puedo sin mentir decir que soy tuya toda, toda; me has reconquistado de muchas maneras y más que nada porque nunca me habías perdido; porque te quise ayer y te querré mañana”.

Los tomos y tomos que están siendo inventariados por orden judicial, se reunirán pronto con el resto de la obra escrita de la condesa de Pardo Bazán, una vez que Meirás pase definitivamente a ser propiedad del Estado.

Los Franco consideran que esta decisión judicial supone convertirles en víctimas de un atropello. Su abogado, Luis Felipe Utrera Molina, lo ha definido como “una persecución con desprecio absoluto al Estado de Derecho”.

Ahí se ve otras de las diferencias entre el franquismo y la democracia. Durante la etapa en que el abuelo de estos inquilinos contrariados mandaba en España, se perseguía y mucho, pero los perseguidos no podían quejarse. En cuanto al Estado de Derecho, ni estaba, ni durante demasiado tiempo se le esperó, más que como una promesa de futuro. Los franquistas ahora aprovechan una libertad que siempre negaron para intentar perpetuarse. Cuando el fascismo echa raíces, es muy difícil arrancarlo de la sociedad. Por eso hay que estar atentos y no permitir que asome.