La escena se repite por tercera vez en el mismo lugar. La Casa del Pueblo del PSOE en Vera, Almería, amaneció el domingo cubierta de pintadas con insultos: “corruptos”, “puteros”, “cocainómanos”, “traidores”. Un lenguaje de odio directo al corazón de la política local, con una virulencia que ya no sorprende, pero sí alarma. El edificio, símbolo del compromiso democrático de los socialistas en la comarca, vuelve a ser el blanco de un ataque que se suma a una lista que no deja de crecer: 183 agresiones en apenas dos años, lo que se traduce en un acto vandálico cada tres días y medio desde noviembre de 2023.

"No hay casualidad", dicen desde Ferraz. Lo ocurrido en Vera no es un hecho aislado, sino “otro episodio de odio político” en una cadena de agresiones que el PSOE vincula directamente al “clima de crispación política alimentado por la derecha y la ultraderecha, tanto en los parlamentos como en los platós”. 

La indignación no es nueva, pero se ha vuelto más ruidosa. En las redes sociales, las imágenes del nuevo ataque en Vera —difundidas por miembros del PSOE andaluz— han provocado una oleada de solidaridad. Pero también han reavivado una exigencia política dirigida sin rodeos al líder de la oposición. “El PP no puede seguir mirando para otro lado”, aseguran fuentes de la dirección socialista, que reclaman a Alberto Núñez Feijóo “una condena clara, expresa y sin matices”.

La frase se repite como un mantra entre los dirigentes del PSOE: “En democracia, la violencia política no se tolera, no se blanquea y no se ignora: se condena”. Y sin embargo, desde el Partido Popular no ha habido ni un solo gesto público, ni un comunicado, ni una declaración institucional que repruebe los ataques a las sedes socialistas. Ni ahora, ni en los 182 casos anteriores.

El silencio, denuncian, también es una forma de actuar. “Callar es permitir y mirar para otro lado es justificar”, insisten desde el PSOE, que no oculta su frustración ante lo que perciben como una connivencia pasiva de la derecha con el acoso político.

Imágenes que se repiten

Los datos hablan por sí solos. En este periodo, las sedes del PSOE han sufrido desde pintadas e insultos hasta roturas de cristales, amenazas y hasta intentos de asalto, como los vividos frente a la sede de Ferraz durante las protestas contra la ley de amnistía. Pero los socialistas apuntan que no se trata solo de vandalismo: “Es una estrategia de señalamiento y miedo, que busca amedrentar a quienes defendemos la democracia, la convivencia y los derechos de todos y todas”.

La respuesta del PSOE ha sido volver a pintar los muros, sí, pero también volver a alzar la voz. Reclaman a todas las fuerzas políticas que se digan democráticas que “cierren filas frente a quienes pretenden imponer el odio como forma de hacer política”. La convivencia, recuerdan, “no se defiende solo en los discursos del Congreso, sino también condenando con firmeza este tipo de agresiones”.

A pie de calle, en Vera, los militantes socialistas han vuelto a limpiar las paredes. No es la primera vez, y quizás no sea la última. Pero lo que no pueden borrar tan fácilmente es la sensación de que el odio va calando. “Hoy ha sido Vera, pero mañana puede ser cualquier otra sede, en cualquier otro pueblo o ciudad”, avisan desde la dirección socialista. “Quien calla, otorga. Y quien no condena, consiente”.

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