Las piezas están sobre el tablero y ya ha caído la primera. Castilla y León abre fuego para el ciclo electoral de 2026. El Ejecutivo de Alfonso Fernández Mañueco convocó oficialmente sus comicios autonómicos para el 15 de marzo de 2026. Una decisión que está sujeta al contexto político nacional, tal y como sugieren distintas voces de su Gobierno, aunque insisten en que su voluntad es agotar la legislatura. Lo cierto es que el fantasma del adelanto de las generales planea sobre el tablero político a todos los niveles, máxime cuando en el horizonte asoma un panorama de prórroga presupuestaria que complicaría al máximo el cuatrienio de un Pedro Sánchez que podría pulsar el botón rojo y hacer coincidir las elecciones con las de castellano y leonesas. O bien, exprimir al máximo sus opciones en la partida de ajedrez que mantiene Juanma Moreno Bonilla con Moncloa. No obstante, sus barones ya le aprietan para que se adelante a la jugada del presidente y las convierta en un plebiscito.

Del anuncio de Mañueco se extrae una lectura que genera unanimidad entre el grueso de analistas políticos: un movimiento estratégico que coloca a Mañueco en el centro de la partida electoral. Por un lado, garantiza a los castellanos y leoneses tiempo suficiente para preparar los comicios, pero al mismo tiempo alimenta el chau chau sobre una posible coincidencia con unas elecciones generales anticipadas que Sánchez podría convocar. El entorno de Mañueco percute en la idea de agotar la legislatura, pero se manda un mensaje a navegantes tanto de puertas para dentro de Génova como en clave nacional; sobre todo si la presión de la ofensiva de la derecha judicial surte el efecto deseado por el PP para forzar a Sánchez a adelantar comicios.

En ese escenario, los populares creen que el viento soplaría a su favor en la doble cita, habida cuenta de que una movilización del electorado conservador en la comunidad redoblaría sus opciones para retener la Junta e impulsar a Feijóo hasta la Moncloa. En cualquier caso, los cantos de sirena de Castilla y León no parecen confundir a los socialistas. La jugada óptima para Ferraz sería, como mucho, hacerlas coincidir con las elecciones andaluzas, que ahora mismo también están en duda.

Andalucía, la joya de la corona

En el cuartel general del PSOE la mirada va mucho más allá de Castilla y León. Aunque Ferraz no pierde de vista el pulso con Alfonso Fernández Mañueco y prepara su artillería para dar batalla en ese territorio, el auténtico objetivo estratégico se encuentra en el sur. Andalucía es, para los socialistas, la gran pieza que ansían recuperar desde la histórica derrota de 2018, cuando Juanma Moreno accedió a la presidencia apoyado en un pacto con Ciudadanos y Vox. Aquel momento marcó un antes y un después en el mapa político español, despojando al PSOE de un feudo que había controlado durante casi cuatro décadas.

El runrún en el PP de Andalucía es directamente proporcional al ruido que proviene de Madrid y lo que pueda pasar con el intento del Gobierno para cerrar los primeros Presupuestos de la legislatura. Una batalla que podría determinar el futuro electoral del país y, por supuesto, de la Junta. De hecho, en el fuero interno del Partido Popular hay dirigentes que sugieren adelantarse a cualquier movimiento de Sánchez y evitar la coincidencia con las generales. Incluso hablan de convertir las autonómicas en un "plebiscito" contra el presidente, tal y como recoge el diario El Mundo. 

Entre tanto, en la esquina contraria del cuadrilátero, en Ferraz tienen como objetivo mínimo despojar al presidente de la absoluta para depender de Vox y así desgastar su imagen de cara al futuro. No obstante, los niveles de optimismo crecen internamente para alcanzar el sueño de reconquistar la Junta. Un escenario que sería muy factible en caso de que coincidan las generales con las autonómicas. Para ello, el partido confía en el tirón político de la actual vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a quien ven como un rostro capaz de aglutinar el voto progresista y recuperar la confianza perdida en tierras andaluzas.

El tablero electoral que se dibuja para 2026 recuerda a un dominó en movimiento. Con la decisión de Mañueco de convocar a las urnas el 15 de marzo en Castilla y León, la primera ficha ha caído. Ahora, todas las miradas apuntan al Palacio de San Telmo y a La Moncloa, pendientes de los próximos movimientos de Moreno Bonilla y Pedro Sánchez. La posibilidad de que coincidan elecciones autonómicas y generales añade tensión a un calendario ya de por sí cargado, obligando a todos los partidos a ajustar con precisión sus estrategias, alianzas y mensajes.

En este contexto, la convocatoria de Mañueco trasciende el ámbito regional. Su decisión lanza un aviso directo a Moreno Bonilla y, de rebote, sitúa a Sánchez en alerta. Lo que en apariencia podría parecer un trámite institucional se convierte en un movimiento calculado dentro de una partida que será larga y compleja. El año 2026 se perfila así como un curso político marcado por la incertidumbre, donde cada decisión puede alterar el equilibrio de poder. Andalucía, convertida en la joya de la corona, será sin duda el escenario más codiciado y la clave que puede inclinar la balanza en el conjunto del país.

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