Casualmente era este 20 de noviembre cuando por pura mala o buena suerte Pablo Casado acudió a oír Misa el sábado a un templo granadino. No se dio cuenta de que aquellas banderas y aquellos uniformes representaban algo más que una ofrenda ordinaria. Embebido en los problemas del partido, en la evidente traición de Cayetana Álvarez de Toledo o en el desafío de Isabel Díaz Ayuso, el presidente del PP debía estar más atento a lo que ocurría en otros ámbitos de la vida interna de su formación política que en lo que sucedía en el acto de culto al que asistía.

Pensaría, sin duda, que al día siguiente en el Congreso del PP de Andalucía llamaría al orden a los solistas de su desafinada orquesta y acusaría de megalomanías a quienes lo merecieran.

Es probable que mientras tramaba el eje de su discurso del día siguiente, domingo, con la mente puesta en cómo sofocar la conjura, se le pasara orar por Francisco y por José Antonio. O tal vez creyó que eran dos vecinos de la parroquia muy queridos, eso sí, ante la efusión con que las personas uniformadas o no, prodigaban los ¡vivas! y manifestaban su aprecio.

De haberse percatado de su error, de haber sabido que se encontraba en una ofrenda por el dictador Francisco Franco y por el líder fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, Casado hubiera salido espantado del lugar, no sin antes, por supuesto, manifestar su disgusto e indignación ante tal acto anticonstitucional.

Incluso debió sorprenderle que la Fundación que honra y salvaguarda la memoria del responsable del golpe de Estado en España, que llevó a la desaparición sangrienta de cientos de miles de ciudadanos, le escribiera una misiva abundando en que, aunque no había sido invitado (algo que suena a la expresión taurina de echar un capote), agradecían su presencia.

¿Se habrá arrepentido Casado de ese paso en falso? No lo parece. Probablemente porque no tenía nada que ocultar ya que los políticos suelen ir adonde su corazón les lleva. Y porque sus tribulaciones son mayores que “estas historias del abuelo” como calificó el líder popular a la exigencia de justicia de las víctimas del franquismo.

Pero esos graves problemas están a la vista en la Sala 1 de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares, donde los protagonistas de la trama Gürtel, en la pieza denominada Boadilla, están confesando interioridades muy poco edificantes.

Este miércoles, el antiguo alcalde de la localidad entre 1999 y 2009, Arturo González Panero, conocido como el Albondiguilla, relató detalles de cómo las órdenes de adjudicaciones de obras y asignación de dinero se relacionaban con la cúpula del PP. Por si fuera poco, apuntó a la Moncloa de José María Aznar e incluso hizo diversas menciones a su yerno, Alejandro Agag. Así las cosas, hasta se podría comprender que Casado en la misa del 20 de noviembre se encomendara a Franco. Habría sido una auténtica huida hacia adelante.