El ministro, Salvador Illa, demuestra un saber estar poco común dentro y fuera del hemiciclo. Este miércoles en el Congreso, durante el debate para decretar un estado de alarma por un periodo de seis meses, que luego quedó recortado, urgió al Partido Popular a decidir sobre una oposición constructiva o la ultraderecha y avisó con claridad de que el invierno es largo. Se anuncian meses duros y el riesgo es muy alto.

El presidente del PP, Pablo Casado, salió a la palestra aunque su intervención no estaba prevista. Le ha tomado gusto a la tribuna después del alabado discurso que recientemente pronunció contra Santiago Abascal. Pero, como segundas partes nunca fueron buenas, Casado estuvo reiterativo y poco empático con lo que están sufriendo los ciudadanos y sus propios compañeros de filas al frente de las Comunidades Autónomas que gestionan.

“Una vez más, el Gobierno tropieza con la misma piedra de la imprevisión, la incompetencia y los engaños”, afirmó el presidente del PP sin que viniera demasiado a cuento. Como salida airosa anunció esta vez la abstención.

Casado tiene a su espalda, por una parte, a los desesperados presidentes autonómicos de su partido que intentan frenar el virus confinando sus territorios el tiempo que sea preciso. Y, por otra tiene también otra carga.

La perversa situación de Madrid y de su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, quien no sólo arrastró a la perplejidad a los presidentes de Castilla La Mancha (PSOE) y Castilla León (PP) cuando, tras reunirse con ellos en un clima de acuerdo, optó por una extraña figura, la del confinamiento por días, que no obedece al espíritu del estado de alarma ni aporta datos de utilidad. Todo lo más, abunda en la confusión.

Lo que hace Ayuso es seguir sospechosamente las directrices de Vox, socio interesado de su Gobierno.  El líder de la formación ultraderechista, Santiago Abascal, aseguró en la sesión parlamentaria, que prorrogar el estado de alarma era una “ilegalidad”. Las aparentes salidas de tono de Díaz Ayuso, que parece considera rde menor importancia la salud de los madrileños frente a la economía de la región, se da la mano con el negacionismo de Vox y les baila el agua con cada supuesta incongruencia que practica. Será que la presidenta tiene claro a quien le debe la permanencia en el puesto.

Salvador Illa, como socialista y progresista, sabe que sin salud no hay economía y que las personas son lo primero. Al presidente del PP se lo dicen sus correligionarios más sensatos que se inquietan por sus conciudadanos.

Pablo Casado debería saber que enfrentarse a la ultraderecha no es solo un discurso bonito. Hay que hacerles frente porque atentan contra las personas y contra la democracia, y tiene que resolver la sinrazón que estamos viviendo en Madrid, antes de que sea demasiado tarde. De lo contrario, quedará claro quién manda de verdad en la derecha española.