B. Ramírez de Haro, hermana de Fernando y cuñada de Esperanza Aguirre, decidió en abril de 2019 revelarle a sus sobrinos cómo su padre obtuvo el retrato de Valentín Belvís de Moncada y Pizarro, un cuadro pintado por Francisco de Goya y que pertenecía a la familia. “Es una historia que vale la pena conocer y además es muy bonita sobre nuestra familia”, comenzaba en uno de los audios que ha publicado eldiario.es este lunes y que confirman que la exlideresa y su marido simularon la donación de la pintura para venderlo posteriormente, con el fin de saldar una deuda millonaria que amenazaba con la quiebra de la expresidenta de la Comunidad de Madrid.

La cuñada de Esperanza Aguirre admite que el retrato no pertenecía a su hermano Fernando desde un inicio, por lo que le obligó a simular una donación para que éste pudiera venderlo y desquitarse de la amenaza de la quiebra. “Para que vuestro padre fuera propietario del cuadro, tuvimos que inventar una donación que nunca ocurrió”, detallaba en la grabación Ramírez de Haro, quien reconoció que uno de los hijos de la exlideresa no ocultó su malestar ante el fraude.

La causa del retrato se dirime en los juzgados de Plaza Castilla, dando sus primeros pasos con una querella de Íñigo Ramírez de Haro, hermano de B. y de Fernando, en la que se acusa al marido de Aguirre de no repartir los cinco millones de euros que supuso la venta del cuadro. Su hermano le reclama 850.000 euros que corresponden a cada uno de los seis herederos. Esta reclamación rima con las acusaciones de otro de sus hermanos de planear la falsa donación para quedarse con la pintura.

Para que vuestro padre fuera propietario del cuadro, tuvimos que inventar una donación que nunca ocurrió

B. comienza el relato a sus sobrinos por lo que denomina como “Capítulo 1: La Lista”, donde rememora la historia que hay detrás del cuadro y la intención de “los abuelos” – los padres de B, Íñigo y Fernando, a la sazón Ignacio Ramírez de Haro y Beatriz Valdés – de que éste pasara de generación en generación dentro de la familia Ramírez de Haro, siendo su primer hijo varón el encargado de velar por ésta y otras reliquias de su legado.

Recuerda la cuñada de Aguirre que el proceso se alargó durante años debido a la “pereza” de sus padres, que no terminaron de elaborar la lista hasta que la propia B. les obligó a concluirla. “En esa lista estaba el cuadro de Don Valentín, considerado como el mejor cuadro […], pero sin sospechar su valor real”, relató.

B. les explica que ella recibió el encargo por ser la hermana mayor de los seis y expuso las intenciones del matrimonio Ramírez de Haro-Aguirre, aclarando que todos esos objetos no se le legaron a Fernando para que hiciera lo que le conviniera en cada momento o para quedarse con el dinero de ellos tras una venta, como ocurrió finalmente. El marido de la expresidenta regional heredaría el palacete del conde de Bornos, incluyendo los objetos que había en éste, con el fin de conservarlos como parte del patrimonio familiar.

“Cuando yo le conté que papá y mamá habían hecho esta lista, me dijo que él era muy consciente de que le habían dejado esas cosas para conservarlas y que si alguna vez vendía alguna, la repartiría entre sus hermanos", agrega la cuñada de Aguirre, aunque esto nunca sucedió y B. elaboró una lista de los bienes del palacete. Se trataba de una enumeración, sin que existiera nunca un documento que acreditase a Fernando como titular de ese legado.

El cuadro pasa de valer unos cientos de miles de euros, en el mejor de los casos, a valer más de seis millones

Tras el fallecimiento del padre de la familia, Ignacio Ramírez de Haro, en 2010 la situación se complicó para Fernando y Aguirre, ahogados por las deudas contraídas con el Banco Santander a través de sus empresas. El escenario económico del matrimonio se recrudeció un año después, siendo ése el momento en el que la por entonces jefa del Ejecutivo de la Comunidad de Madrid reclamó la ayuda de sus cuñados.

En el audio, B. pormenoriza este episodio, explicando que Aguirre acudió a una cita con un miembro de su familia política entre lágrimas para admitir que tenían que hacer frente a una deuda de siete millones de euros. La venta de las fincas del matrimonio “no cubría” el montante total y, al estar casados en régimen de gananciales, tal y como relata Íñigo Ramírez de Haro en su querella, “la ruina de su marido provocaba la suya”.

En ese momento, la familia establece un “gabinete de crisis” para acudir a la llamada de auxilio de su hermano. El “don Valentín” (así lo llamaba Aguirre) emergió como única solución, aunque tan sólo sospechaban que tendría un valor económico sustancial, pero nada más allá. Por ello, acudieron a un tasador de la empresa de subastas Sotheby’s, quien regaló a sus clientes con las mejores noticias. Efectivamente se trataba de un cuadro de Goya cuyo valor rondaba los siete u ocho millones de euros. “Don Valentín pasa de valer unos cientos de miles de euros, en el mejor de los casos, a valer más de seis millones”, recapitula B. a sus sobrinos en la grabación.

Sin embargo, lo que podía ser una salvación se convirtió en un tortuoso camino en el largo plazo. El cuadro podría venderse por una cantidad exorbitada y, a su vez, liberar a Fernando de las ataduras de la deuda. Antes de efectuarla, había que buscar la manera de atribuirle la propiedad para que el marido de Aguirre ingresara el dinero sin salirse de la ley. En ese punto de la historia, surgió la idea de la falsa donación.

Donación fantasma

“Ya teníamos el bien para afrontar la deuda, pero no era propiedad de vuestro padre”, relata B. en el audio, antes de explicar que el abogado de la familia, José María Rodríguez Ponga, les puso sobre aviso de que el Goya figurase en una lista vinculada al testamento de su padre no implicaba que su hijo Fernando pudiese disponer de él como le viniese en gana. No existía una herencia directa.

Me cuenta tu padre que metió la escopeta de oro del tío P., que ya era suya desde que murió, porque la heredó directamente

"Para que vuestro padre fuera propietario del cuadro tuvimos que inventar una donación que nunca ocurrió", revela B. en el minuto cinco de la grabación. La cuñada de Aguirre admite el fraude ante sus sobrinos. Reconoce que tanto ella como su hermano diseñaron una donación ficticia, e incluso destapa que la artimaña es fruto de la recomendación del abogado de la familia. El notario Francisco Javier Cedrón, dio luz verde al engaño y gestó el documento su despacho en el año 2012, mientras Íñigo se encontraba en Nueva York como diplomático.

B. admite también que no existe donación verbal, un hecho que también recoge la querella del hermano de Fernando. Según la cuñada de Aguirre, el abogado de la familia propuso una fecha significativa para los Ramírez de Haro con el fin de otorgarle el carácter de realidad necesario a la maniobra. Se redactó un documento que corroboraba que la “donación verbal” se produjo el 30 de mayo de 2006, dará en la que San Fernando, el santo del hijo al que se le propondría como heredero del retrato.

La lista de objetos se vio alterada e incluso se infló el valor de otros bienes para compensar el cuadro goyesco. “Me cuenta tu padre que metió la escopeta de oro del tío P., que ya era suya desde que murió, porque la heredó directamente”, revela B. Los hermanos firmaron ante el albacea el documento de la donación, aunque ésta supuso un problema para uno de ella porque no era sino contribuir “a una mentira”. El hermano díscolo, G., se negó a colaborar en la treta en un principio, pero el criterio familiar arrastró la rebeldía de éste y, al día siguiente, volvió para estampar su rúbrica y liberar a su hermano de la deuda.