La investidura de Pedro Sánchez fructificó este martes 7 de enero pese a los intentos de boicot de la derecha. A falta de poder aritmético para paralizar la voluntad de la mayoría de la Cámara, las tres fuerzas conservadoras del hemiciclo movilizaron a sus dirigentes tratando de convencer a sus homólogos socialistas para que dieran la espalda a su propio candidato, reeditando el transfuguismo del Tamayazo que tuvo lugar en 2003 en la Asamblea de Madrid.

La sombra de aquel subrepticio movimiento es alargada. Tanto que los socialistas encendieron todas las alarmas y pidieron a sus diputados que pasaran la noche de reyes en Madrid para que ningún contratiempo de última hora hiciera caer la investidura. Finalmente, todo quedó en cantos de sirena y un anhelo de la derecha que no se materializaría.

Inés Arrimadas fue una de sus máximas pregoneras. Incluso desde la tribuna de oradores se dirigió a la bancada del PSOE pidiendo que algún “valiente” diese plantón a Ferraz. Antes de ello ya había llamado a todos los barones socialistas para medir sus ánimos, conocer su parecer y buscar la crispación interna.

Pese a que son muchos los que piden a la dirigente que dé paso a la moderación y devuelva a la formación al centrismo que abandonó su predecesor, Albert Rivera, las últimas actuaciones de la política catalana apuntan a un rumbo continuista: sus gestos desde el escaño han sido continuos, la lucha por abanderar el mensaje ha enfrentado a las tres derechas, el rechazo a la abstención ha imposibilitado a Sánchez no depender de ERC y la democracia interna sigue siendo motivo de lucha fratricida.

Esto no ha gustado a parte de su militancia que, cansada, pide madurez a sus representantes. La búsqueda del Tamayazo también ha encontrado mensajes en contra, que recuerdan el oficialismo de Rivera y el silenciamiento presidencialista que se ha impuesto en la sede naranja desde hace tiempo: “Una pregunta... ahora apelamos a que socialistas rompan la disciplina de voto. ¿Qué hubiera pasado en la anterior legislatura si muchos diputados de Cs hubieran votado a Sánchez para que no dependiera de los independentistas? Albert y compañía, ¿les hubieran aplaudido o expulsado y atacado a muerte? Hay, en muchos casos, muy poca coherencia en nuestras filas...”, sentencia un afiliado en chats internos de la formación.

Pero no es el único mensaje que inunda estos foros: “Coherencia cero. Todavía algún compañero de viaje de Rivera echa la culpa de lo pasado a los críticos, ellos no quieren asumir nada”, “los que tiene la sartén por el mando son los partidos por desgracia y en eso Cs es el peor” o “solo se defienden las normas que le conviene a cada cual” son algunas de las críticas a las que ha de enfrentarse la plana mayor de los naranjas.