Salvadas las distancias, más de uno es lo que acabara pensando tras conocer el generoso Decreto de la Fiscalía del Tribunal Supremo declarando no culpable al piadoso Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial y Presidente del Tribunal Supremo sobre sus "miserables" gastos que a ciegas hemos abonado los contribuyentes para sufragar sus sistemáticos y programados desplazamientos privados a Puerto Banús y sus alrededores.

En realidad nada nuevo bajo el sol genovés. Ha sucedido lo que tenía que suceder: la Fiscalía del Tribunal Supremo, el propio fiscal General del Estado, tan piadoso como Dívar pero más discreto junto al inefable ministro de Justicia, fiscal en excedencia, nunca se les pasó por la cabeza investigar a Dívar como si se hubiera hecho si se tratara de un ciudadano normal y corriente.

Si lo hubieran hecho utilizando los medios de que disponen y hubieran interrogado a los escoltas, a los testigos presenciales, conductores, acompañante, camareros, etc, las evidencias de malversación de dinero público serían tan evidentes que esta misma noche el ciudadano Dívar hubiera dimitido para pedir a continuación asilo religioso en cualquier convento o monasterio ubicado en la península ibérica.

Pero ni lo han hecho ni estuvo alguna vez previsto que lo hicieran. Nunca tuvieron enfrente a un ciudadano normal y corriente. Dívar es, a pesar de todo, a pesar de sus viajes a Puerto Banus, de sus gastos incalificables, de sus flaquezas, de sus vanidades, de su soberbia, uno de los suyos y siempre lo será. Amen.

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