Tras la ola de críticas que ha suscitado la figura del relator -persona encargada de mediar y anotar los puntos de unión tras las reuniones-, es anecdótico analizar la postura de algunos que ahora, en un ejercicio de reivindicación, alzan la voz contra el “servilismo” y las “concesiones” del Ejecutivo con Cataluña.

Casado es uno de los más críticos con Sánchez: "Es un irresponsable, incapaz y desleal y está cometiendo alta traición contra los intereses de nuestro país". Además, lo ha tildado de ser “el mayor traidor” que tiene nuestra legalidad. Una verborrea sin tapujos con la que el cabeza de lista popular ha cargado contra el Presidente.

Lo que no ha dicho es que el Partido Popular de Rajoy, con él en el puesto de vicesecretario general, ya sentó a la mesa a diversos agentes encargados de calmar las aguas y rebajar la crispación que se vivía con las fuerzas independentistas antes de la implantación del 155.

Uno de ellos fue el lehendakari Íñigo Urkullu, quien se posicionó entre el Ejecutivo y la Generalitat. No hacer efectiva la Declaración Unilateral de Independencia a cambio de no ejercer el artículo 155 sobre Cataluña. Estos eran los términos encargados. Sin embargo, la falta de confianza con Rajoy provocó, posteriormente, lo que todos conocemos.

Pero el político baracaldés no fue el único. Pedro Arriola, sociólogo vinculado al Partido Popular, fue el primero que en 2013 trató de evitar el descalabro. En el centro del tablero, Arriola mantenía conversaciones con Joan Rigol, expresidente del Parlament. Dos representantes en nombre de Rajoy y Artur Mas que trataron de posibilitar una alternativa mediante el diálogo.

Poco después se unió José Enrique Serrano, hombre de confianza de Rubalcaba, en busca de abrir nuevas vías y favorecer a que todas las partes se vieran lo menos afectadas posibles. De hecho, son muchas las informaciones posteriores que apuntan a que el objetivo se consiguió durante un tiempo.

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