Este miércoles dio el pistoletazo de salida la contrarreloj madrileña para constituir un Ejecutivo regional en la Comunidad. 24 horas después de una Sesión de Investidura histórica, más por lo anómala que por lo funcional, Isabel Díaz Ayuso trata de desbloquear la situación regateando lo prescrito dentro del orden lógico y avanzando hacia una fórmula “original”.

La popular, sabedora de las diferencias existentes entre sus dos socios naturales, ha tirado de ingenio y ha propuesto celebrar un pleno de Investidura antes de agosto en el que naranjas y ultras puedan expresar desde la tribuna sus requisitos y exigencias dejando constancia en el diario de sesiones de la Cámara. A falta de programa compartido y ante la reticencia de Ciudadanos a seguir llenando la hemeroteca de fotos comunes, Díaz Ayuso pretende que las partes implicadas cedan en sus pretensiones y la conviertan en presidenta autonómica dejando en el diario de sesiones volcadas todas sus medidas, diferencias y peculiaridades.

Preguntado por la operación planeada por su homóloga y “socia preferente”, Aguado ha asegurado que no tendría “ningún problema” en exponer su hoja de ruta en la Cámara “si esa es la forma de desatascar la situación”. Ante la posibilidad de seguir manteniendo reuniones a tres, el líder naranja ha dicho que “el acuerdo ya está cerrado” y que son el resto de formaciones las que deben decidir si cambian de parecer. Atrincherado en el ‘no’ a Monasterio, el dirigente ve factible utilizar la fórmula propuesta por Ayuso para que la legislatura eche a andar.

Falta por saber cuál es la postura de la cabeza de lista regional de Vox. Monasterio observa atónita cómo aquellos que necesitan contar con ellos se esconden detrás de las cámaras, les piden que “recapaciten” públicamente y tratan de obtener un apoyo sin concesiones ni respeto por los votantes de su formación. Las dotes de la líder ultra en las negociaciones son incuestionables: consiguió una reunión pese a que Ciudadanos dijo que no la mantendría, consiguió una retahíla de fotografías junto a un Aguado que había asegurado que no se producirían, no cedió en Madrid (de momento) pese a que muchos aventurados dijeron que no se atrevería y, ahora, obliga a sus potenciables acompañantes de viaje a romperse la cabeza en busca de una fórmula que la permita seguir riendo ante la evidencia de que su formación es necesaria.

Mientras Ciudadanos resiste haciendo gala de un equilibrismo argumental sin parangón, Vox empieza a crecerse y no duda en arremeter contra sus homólogos cuando es necesario. Los requisitos son sencillos: respeto, conversaciones y un programa a tres. Aquellos que decían que debían ceder ahora se rinden a la evidencia.