En este limbo político, finalmente, no se está nada mal; mientras seguimos a la espera de acontecimientos, parece que vivimos más en democracia, en un país más decente. Los corruptos ahora se ven maniatados, Rajoy y su tropa se están portando mejor, ahora ponen cara de niños buenos; al menos ahora no recortan ni se dedican a hacer crueldades con el personal. Y la justicia ha empezado a intentar poner ciertos dislates en su sitio.

Barberá ya no se pasea en descapotables de súper lujo con expresión alardeante, sino que mira la calle tras los visillos de su ventana. Supongo que, poniendo en práctica sus prédicas, se dedicará a rezarle y pedirle a la virgen impunidad ante las tropelías que se están destapando; y es que, según ella y los suyos, para superar los tiempos de crisis no hay nada mejor que pedir la intercesión de los santos. Ahora les conviene muy mucho ponerlo en práctica. Aguirre anda medio dimitida, aunque sólo en parte. Algunos de los suyos dimitidos en su totalidad. Urdangarín y la infanta en el banquillo. Fabra en la cárcel. El Bigotes sacando trapos sucios de los Aznar. Las aguas están tranquilas. Pocos dicen esta boca es mía por lo que pudiera pasar. Los pájaros y buitres de altos vuelos se han aletargado esperando a que amaine el temporal.

Aguirre anda medio dimitida, Urdangarín y la infanta en el banquillo, Fabra en la cárcel, El Bigotes sacando trapos sucios de los Aznar...

Mientras tanto, sigue la vida, y siguen ocurriendo cosas en este país que espera ansioso e impaciente a dejar de ser el feudo de unos pocos. Algunas cosas en apariencia sin importancia, pero que muestran claramente los resquicios de esa España carca, apolillada e inmoral que es absolutamente opuesta a la España progresista, avanzada y solidaria que la mayoría anhelamos y que tan lejos nos ha quedado. Hace pocos días en la localidad extremeña de Navalmoral de la Mata aparecía una cigüeña empalada en unos enormes clavos que el cura del pueblo había puesto para que el ave, que regresaba todos los años a hacer su nido, no se instalara en el campanario. 

Cuando leí la noticia y vi la grotesca imagen de esa preciosa ave muerta, atravesado su cuerpo alado por enormes lancetas, percibí también una metáfora de este país nuestro tan habituado a normalizar la crueldad y la muerte. Recordé que cuando era niña me hizo pensar el que el cura del pueblo en el que me crié solía salir con una escopeta, a veces escondida en la sotana, a matar palomas. Decía que ensuciaban el tejado de la iglesia. Algo no me cuadraba, me rechinaba esa imagen en la conciencia. ¿Cómo era posible que un supuesto adalid de la supuesta espiritualidad, el gurú de la moral, fuera capaz de matar a seres vivos sin el mínimo escrúpulo y sin la más mínima sensibilidad? Algo no encajaba.

Razonaba entonces, con mi mentalidad infantil, intentando encontrar una explicación al hecho de que los que predican no matar matan, aunque entonces tampoco sabía que los que tanto predican “no robarás” tienen muy bien adquirido el hábito de inmatricular a su nombre bienes públicos y ajenos, ni sabía que sus enconadas y culpabilizadoras prédicas son de todo menos sinceras; ni sabía que su fe, precisamente, ha extendido durante siglos la terrible idea de que los animales están al servicio y el disfrute del hombre, idea primigenia del desprecio y el maltrato animal; ni sabía que habían difundido y consolidado la tauromaquia (la tortura y asesinato grotesco de un animal en loor a sus santos, que tanto gustan, al parecer, del derramamiento de sangre).

Es la crueldad, la insolidaridad, la zafiedad, el desprecio a la vida ajena, la soberbia, la insensibilidad más miserable en manos de los que se creen con la potestad de impartir e imponer lo que llaman moral, aunque no lo es. Una cigüeña muerta en un campanario de una de las miles de iglesias que son el paradigma de la espiritualidad para media España.... es un símil, un símbolo de esa España ruda, grotesca, miserable e insensible que me cuesta calificar; ya lo hizo muy bien Machado cuando escribía de la España de cerrado y sacristía, la que ora y embiste, la que ora y bosteza.

Una cigüeña empalada en una trampa mortal y un cura. Aparentemente algo, para muchos, sin importancia, pero en realidad es una metáfora clara de ese país que tanto denunció el poeta, el que está lleno de curas, el que, sin piedad, mata cigüeñas, y ahorca perros, y llama fiesta nacional a la tortura de un toro; eso sí, tras asistir a misa de doce y fiestas de guardar. Es el mismo país de esos políticos que invocan a los santos mientras llevan a sus ciudadanos a la miseria. Realmente todo es lo mismo.

La bondad, la verdadera, es la expresión más exquisita de la inteligencia, decía hace poco Jesús Ferrero, el maravilloso poeta. La compasión extendida a todos los seres vivos, la compasión universal, es la única garantía de la verdadera conducta moral, decía Shopenhauer. Aunque Shopenahuer era sólo un erudito y un pensador. Y los curas y sus seguidores tienen fe, es decir, no piensan.

 

Coral Bravo es Doctora en Filología.