Manuel Valls se está trabando una imagen de candidato independiente, preparándose su plataforma personal para asaltar la alcaldía de Barcelona. No sólo se distancia de Ciudadanos, sino de todos los partidos. “Barcelona no es cosa de partidos”, suele repetir y en alguna ocasión va más lejos: “respeto a los partidos, pero los partidos no representan a los ciudadanos”.  Su orden de prioridades parece ser, primero el dinero para pagar la aventura, luego la selección de los  compañeros de viaje y después la elaboración de las propuestas. “Todavía es pronto para detalles”, le respondió a un periodista interesado por su programa. Ahora solo quiere hablar de su libro, Barcelona, vuelvo a casa.

Valls no está para hablar de propuestas concretas todavía, lo que explicaría que nada de lo dicho hasta ahora en su primera ronda de entrevistas, haya despertado ningún debate ciudadano, casi ha sido ignorado por sus futuros rivales. Refugiado en el arquetipo de la crítica habitual a la gestión de Ada Colau no se sale de la defensa del orden, la seguridad y la buena reputación de Barcelona, su apuesta por una ciudad business friendly , el elogio del papel de las empresas y del turismo.

En diversas ocasiones ha hablado de su aspiración de liderar el renacimiento urbanístico de Barcelona y de luchar contra el déficit de vivienda impulsando “torres más altas”, que en algunas declaraciones describe como “rascacielos ecológicos”. Este ha sido hasta ahora su mayor riesgo, atendiendo a la extrema sensibilidad existente en Barcelona a la más mínima referencia al retorno del porciolismo, entendido como sinónimo de especulación dirigida desde el ayuntamiento.

La escasa precisión de las ideas programáticas que ha dejado traslucir contrasta con la alta trascendencia que otorga  a su nueva etapa política. “El futuro de Barcelona, de Cataluña, de España y de Europa está en juego. Yo hablo de un proyecto de Barcelona, de lo que debe ser Barcelona, una capital europea y no de la hipotética república catalana. En mi reflexión está que sí fracaso no será solo un fracaso personal ni del constitucionalismo, sino también un fracaso de Europa frente a los populismos”. Así describía en los micrófonos de la SER la titánica misión auto impuesta tras su salida por la puerta de atrás de la política francesa.

Salvar a la Barcelona constitucionalista del caos populista, el top manta, los narcopisos y las fabulaciones soberanistas como primer paso de salvar a Cataluña, España y Europa requiere, a su juicio, algo más que un partido clásico, de ahí su preferencia por disponer de una plataforma política personal. Valls maneja constantemente la posibilidad de reunir a su alrededor a las fuerzas constitucionalistas, sin desanimarse por las calabazas dadas por PSC y PP a todos sus intentos.

Valls siempre explica que la lucecita de volver a casa para hacer política municipal se le encendió después de la manifestación convocada por Societat Civil Catalana, aquel día visualizó la fuerza popular del bloque del 155 y ahora no entiende como los partidos que apoyaron la intervención del Estado en la Generalitat no están dispuesto a dar la batalla de Barcelona para hacerle alcalde. Se resiste a aceptar que aquel frente fue una anomalía en la tradición de la política catalanista del PSC, justificado por una situación también límite, que el PSC intenta olvidar con la defensa entusiasta del diálogo institucional y la crítica a la política de bloques.

El ex primer ministro francés no va a desanimar en su objetivo de disponer de una plataforma y una candidatura que aglutine a diferentes nombres asociados con anterioridad al PSC, al PP y por descontado a Ciudadanos, el único partido que está dispuesto a renunciar a presentarse con sus siglas en Barcelona para dar una oportunidad a Valls a salvar todo lo que hay entre Barcelona y Europa.

Para alcanzar su propósito de aparecer como personificación de la transversalidad constitucionalista debe acrecentar el carácter independiente de su figura, distanciándose de su teórico partido nodriza, a costa de parecer ingrato a la confianza depositada en él por Rivera y Arrimadas. Además, calcula que un frente amplio constituido especialmente  para restablecer el orden en Barcelona y evitar que la capital catalana cayera en manos del independentismo le evitaría al ex alcalde de Évry tener que enfrentarse a diario a la contradicción de perseguir los votos anticatalanistas de PP y Ciuadadanos y también los votos socialistas del catalanismo progresista.

No le faltarán a Valls nombres para construir su propia versión de la superación del viejo paradigma derecha-izquierda. De momento, no ha trascendido ningún nombre concreto, salvo los rumores que apuntan a todo aquel concejal o teniente de alcalde que haya quedado desubicado políticamente tras abandonar el consistorio barcelonés. La lista de candidatos veteranos es larga, además tiene que ser paritaria, según ha dicho el líder de la operación, a quien las etiquetas ideológicas le han quedado desfasadas, lo único innegociable es que no sean ni nacionalistas, ni populistas, estén a favor del orden y militen en la obsesión  por colauismo.