El pasado sábado tuvo lugar el Orgullo más reivindicativo de los que se recuerdan en los últimos años. La política de pactos emprendida por la derecha, protagonizada por la necesidad parlamentaria de contar con los votos de los ultras, no sienta nada bien dentro del colectivo. Desde ElPlural.com ya avisamos de que había muchas asociaciones LGTBIQ+ dispuestas a evidenciar su discrepancia públicamente con Ciudadanos durante la marcha del 6 de julio.

Y así fue. Tal y como grabaron las cámaras, a la formación naranja le llovieron líquidos, latas y todo tipo de insultos. Tanto es así que los de Rivera, encabezados por una aguerrida Inés Arrimadas, tuvieron que ser escoltados a su salida por la Policía.

Después de aquello, la pléyade naranja no ha dudado en criticar lo sucedido -recibiendo el apoyo de sus dos socios naturales- y pedir la cabeza de Fernando Grande-Marlaska por alentar al odio con sus declaraciones y poner a su formación en el centro de la diana de los diferentes colectivos que formaron parte del desfile.

Sin embargo, un informe policial sacado a relucir por El País desmiente la premisa vertida por Rivera. Los naranjas acusaron a la Policía de llegar tarde, pidieron más protección pública y se erigieron como los garantes de la libertad frente a las hordas fascistas que les recriminaban sus alianzas con los ultras. Contradiciendo su mensaje público, el informe alega que en ningún momento se produjeron “agresiones físicas” y que, además, el partido hizo caso omiso a “las instrucciones y consejos policiales”.

Si el Orgullo fue político, las reacciones a él no se han quedado atrás. El informe policial desdice a Ciudadanos, y Marcos de Quinto, encargado económico de los naranjas y mano derecha de Rivera, utiliza este escrito para volver a atacar al ministro de Interior diciendo que fue él quien pidió este “informe para intoxicar”.

No son las únicas polémicas declaraciones realizadas por el diputado. Contestando a Juan Carlos Girauta, otro de los más críticos con la gestión de Interior, pidió que algunos “aprendieran a empatizar mediante la experimentación”.

Una jornada de reivindicación por los derechos LGTBIQ+ que queda enmascarada en las ruidosas peticiones naranjas. Dimisiones y gritos de libertad aparte, los números siguen haciendo que Rivera y su cúpula tengan que elegir: virar hacia el centro o aceptar las condiciones de aquellos que piden terapias para reconducir a homosexuales.