La amarga película que hoy protagoniza el exministro, exsecretario de Organización del PSOE y diputado por Valencia José Luis Ábalos se titula ‘Con las horas contadas’. Persona de confianza de Pedro Sánchez en el Gobierno y en el partido hasta su fulminante y nunca explicada destitución en el verano de 2021, Ábalos está políticamente acabado tras la detención de Koldo García Izaguirre, mano derecha y hombre para todo en el Ministerio de Transportes que él dirigía a quien la Fiscalía involucra en una fea trama de mordidas millonarias en la compra de mascarillas durante los días más aciagos de la pandemia.

Nada apunta, por ahora, a que Ábalos estuviera al tanto o participara de la furia emprendedora del codicioso Koldo, pero el caso es tan escandaloso que su responsabilidad política resulta imposible de soslayar. Ciertamente, si Ábalos fuera Isabel Díaz Ayuso o un diputado del Partido Popular, no pasaría nada. El hermano de Ayuso hizo un suculento negocio con las mascarillas, pero políticamente no pasó nada. Bueno, sí pasó: pasó que el pobre Pablo Casado, que denunció el caso, resultó decapitado. El manual de instrucciones del PP para casos de corrupción no incluye ningún epígrafe titulado ‘Responsabilidades políticas’.

Mas como no hay mal que por bien no venga, el caso Koldo ha venido a darle un respiro a Pedro Sánchez porque, después de tres largos meses hablando de la amnistía y solo de la amnistía, por fin se habla de otra cosa. Ni el arúspice más sagaz de la política española podría haber presagiado nunca que un Gobierno pudiera recibir con alivio el descubrimiento de un caso de corrupción en sus propias filas. ¿Y por qué un alivio y no más bien una vergüenza, un sofoco? Porque, al contrario de lo que sucede con el caso Puigdemont, la resolución política del caso Koldo sí está en manos de Pedro Sánchez. Este caso de las mascarillas que sin duda acabará matando a Ábalos ha servido para cambiar de conversación: por unos días -ojo: solo por unos días- hemos aparcado las mayúsculas y dejado de hablar de la Patria, la Constitución o la Justicia, ¡qué descanso! Las mayúsculas cansan. Gracias, Koldo.

La tortilla nacional

Ciertamente, si también Ábalos estuviera implicado el alcance del caso Koldo sería mucho mayor, pero ni aun así habría dejado de ser un analgésico para este socialismo atrapado en un bucle del que nadie en el partido ni en el Gobierno sabe cómo diablos escapar. Los siete votos de Junts están teniendo un precio mucho más alto de lo previsto. Los amigos de Sánchez bien podrían decirle al presidente aquello que le espetaba un intelectual comunista al guía soviético que le mostraba una URSS devastada tras advertirle que para hacer la tortilla de la sociedad perfecta era preciso romper los huevos: “Pedro, los huevos rotos los vemos; lo que no vemos es la tortilla”.

La tortilla prometida por el Gobierno progresista tenía dos caras, la normalización de Cataluña y las políticas sociales, pero lo cierto es que ni la primera acaba de aflorar debido al numantinismo retórico de Junts ni la segunda resulta visible porque todos los focos de la política y de la conversación nacional están monopolizados por Puigdemont y su amnistía. En la Moncloa no pueden no saber que si el expresident no colabora, las europeas de junio serán un desastre para el Partido Socialista.

Empezamos con una película y acabamos con otra. En los minutos iniciales de ‘Encadenados’ una Ingrid Bergman cargada de copas conduce a toda velocidad haciendo eses mientras su copiloto Cary Grant, con nervios de acero, la mira de soslayo con suma atención mientras sitúa su mano izquierda junto al volante, presta a sujetarlo para impedir que la conductora ebria dé en cualquier momento un volantazo y los estrelle a ambos. La aparición de un policía de tráfico, que detiene el coche y recrimina a Bergman su irresponsabilidad, hace que todo acabe bien, sin que medie siquiera una multa dado que Grant muestra al policía su documentación de agente del Gobierno. Si trasladamos la secuencia a la política española, Pedro Sánchez sería el copiloto impasible Gary Grant y Carles Puigdemont la temeraria conductora Ingrid Bergman. El poli podría ser el Tribunal Constitucional.