Pese a que todavía queden dos años para la próxima cita en las urnas madrileñas, el Partido Popular de Ayuso trabaja ya para consolidar su mayoría absoluta, especialmente entre los más jóvenes en plena derechización de los votantes entre los 18 y 29 años, a quienes atribuyen su malestar a la izquierda tras siete años de al frente del Gobierno central. Pero ese movimiento interno en el PP tambien viene motivado por la nueva narrativa que Vox intenta inocular desde la Capital, con el discurso neofalangista de Carlos H. Quero en materia de vivienda.
Las iniciativas resultan evidentes dadas las acciones llevadas a cabo por Vox recientemente, intentando meter la cuchara en uno de los asuntos más acuciantes de la comunidad capitalina: la vivienda. La ultraderecha ha bajado al barro constantemente en la lucha con la izquierda para capitalizar el voto de la clase trabajadora, con un éxito relativo en las últimas fechas; aunque buscan ahora canalizar el malestar sobre todo de la juventud con el acceso a la vivienda. De ahí, el giro que han protagonizado en las últimas semanas, haciendo pivotar su discurso sobre la desafección de las clases trabajadoras y sus dificultades para acceder a una nueva vivienda.
En un contexto sociopolítico marcado por la falta de oportunidades, la inestabilidad y la precariedad económica y laboral, el PP pretende no perder la delantera en el flanco derecho del tablero y, al igual que Vox, pelear por convertir el descontento de los más jóvenes en votos a su favor.
Un encargo que se materializará este fin de semana, según publica El Mundo, con la primera convención ideológica de Nuevas Generaciones de Madrid, un espacio en el que se articularán diferentes grupos de trabajo para "presentar posicionamientos y propuestas" en los seis ejes que más preocupan a la juventud: empleo, vivienda, educación, salud mental y brecha generacional.
Una amenaza electoral para el PP
El reciente cese de Javier Ortega Smith abría las quinielas de su sucesión en la portavocía adjunta de Vox en el Congreso, y el nombre elegido, el de Carlos Hernández Quero, no ha sido casualidad. La ultraderecha se ha dado cuenta del enorme nicho de votantes que existe en las clases trabajadoras y las dificultades de las mismas para acceder a una vivienda, ya sea en alquiler o en su adquisición, por lo que ha empezado una mutación desde el neoliberalismo que encarnaban antaño perfiles como Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio o Juan García-Gallardo, a una especie de falangismo y protofascismo como el de los discursos de Hernández Quero, que señala al poder económico y se dirige expresamente a las clases bajas, pero que discrimina al migrante con mantras racistas y que redunda en líneas populistas que poco o nada resuelven los problemas de la clase trabajadora.
Un giro discursivo que, no obstante, preocupa en el PP, tanto a nivel nacional como en Madrid, ante el temor de que la ultraderecha haya encontrado la fórmula de conectar con un electorado descontento y frustrado con la situación inmobiliaria de sus barrios. En algunos perfiles en redes sociales cercanos al PP opinan, de hecho, que el discurso de Quero tiene similitudes "indistinguibles" con el que mantenía Podemos en sus orígenes.
La ascensión de Carlos Hernández Quero en el entramado de la extrema derecha española está minuciosamente calculada. El diputado de Vox en el Congreso de los Diputados ya sustituyó a Juan García-Gallardo, exlíder en Castilla y León, en el Comité Ejecutivo Nacional y ahora hará lo propio con Ortega Smith. Una sucesión que marca la pauta del cambio de estrategia de Vox, que pasa de las recetas neoliberales aplicadas antaño a un discurso con colores joseantonianos, donde el obrero se convierte en el centro del discurso contra los abstractos del poder empresarial y contra la clase trabajadora extranjera. Hernández Quero es un perfil joven, de estética desenfadada, que se aleja del servilismo a las grandes fortunas. Esta posición ideológica, que puede ser especialmente sugerente para un electorado descontento con la situación de la vivienda y del mercado laboral, esconde otras líneas muy peligrosas, ya que asienta el discurso de odio al inmigrante en los barrios y recupera fórmulas populistas de antaño fáciles de hacer calar en el electorado, pero vacías de contenido. Es precisamente la facilidad de asunción de estos postulados, su fuerte carga emocional y las referencias a un tema tan controvertido como la vivienda lo que preocupa en los despachos de Génova y Sol, que podrían perder parte de su electorado si este discurso hace mella en los españoles y especialmente en los madrileños.
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