La estampa de la Ría de Vigo ha cambiado por completo en los últimos años. Su elemento definitorio, el Puente de Rande, se ha transformado para multiplicar su capacidad, pero las previsiones se han cumplido y los problemas se han presentado.

El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se encargó el 30 de diciembre de inaugurar la ampliación de este tramo de AP-9 junto al ministro de Fomento, Ínigo de la Serna, la presidenta del Congreso, Ana Pastor y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

A bombo y platillo se celebró “esta gran noticia para Galicia”, mientras usuarios y alcaldes de la zona advertían de que los trabajos no estaban terminados, y de que las prisas obedecían a la subida del precio del peaje, de casi un cuatro por ciento, que se iba a aplicar menos de 48 horas después, el uno de enero.

El lapsus de Rajoy en aquel acto dio más que hablar que la noticia en sí, y se convirtió en una especie de “presagio”. El presidente del Gobierno deseó a los presentes un feliz 2016, un retroceso de dos años, que es casi lo que sienten los usuarios de esta autopista cuando circulan por ella.

Pagan más, pero siguen sin poder circular de forma fluída. M.P.P es un usuario habitual de esta vía. Él, junto a otros profesores de la Universidad de Santiago de Compostela residentes en Vigo, hacen todos los días el mismo recorrido y sufren en primera persona todas las obras. 

“Es desesperante”, confiesa a ELPLURAL.COM. “Ahora dos carriles del puente están cortados porque los están asfaltando, de manera que la mayor capacidad prevista es inexistente”, subraya. Además de ser “más incómodo”, se forman atascos, lo que irrita a los conductores.

Los tirantes del puente están levantados y hace algunos días “hubo un incendio y nos quedamos todos parados”, indica este grupo de docentes. A estos trabajos hay que añadir que, cada pocos kilómetros, se están llevando a cabo otras labores de mejora.

“Todas las obras tenían que haberse ejecutado antes de la inaguración, pero corría mucha prisa hacerlo, porque solo así se podía subir el peaje”, denuncian estos profesores.

Hay que tener en cuenta que, a diferencia de lo ocurre con otras autopistas, hacer el mismo recorrido por la careretera nacional implica bordear todo esta ría gallega.

Con obras, se paga igual

En resumen, la renovada AP-9 sigue siendo, de momento, igual de incómoda que en los últimos años y más cara. Todo el tiempo que duraron los trabajos se siguió cobrando los mismo, al igual que en los días estivales en los que se formaban caravanas interminables similares a las de grandes ciudades como Madrid. Dos horas de atasco por el mismo precio.

Si traducimos a euros la paciencia de los conductores hablamos de 3,65 euros solo por el tramo Vigo-Pontevedra, un recorrido de 28 kilómetros en el que durante seis había que circular a 80 km/hora por obras.

Ahora no solo pagan igual, sino que pagan más, muchísimo más si echamos la vista atrás. Desde al año 2000, AUDASA ha subido el precio de esta autopista gallega más de un 80%.