Pablo Casado forma parte de esa ralea de políticos jóvenes del Partido Popular con espíritu viejo. Lo que la neolengua chanante ha venido en definir como viejoven. Un rostro jovial y una elegancia clásica, como de campaña de Emidio Tucci, le transportaron a los platós para contrarrestar la omnipresencia televisiva de Podemos y Pablo Iglesias y, de ahí, a la Vicesecretaría de Comunicación del PP. Una presencia que buscaba renovar los aires públicos del PP, obviando el pasado guerracivilista de un Casado que ha vuelto a salir a relucir este lunes.

Las ruedas de prensa en Génova ahora las da él y no María Dolores de Cospedal. El PP ha perdido la esencia del dislate de aquel despido en diferido, pero en cambio ha ganado en provocación, una materia que sólo Rafael Hernando maneja con la misma maestría que Casado, pero con 20 años menos.

Ayer, en mitad del mayor conflicto que ha vivido la convivencia democrática de este país, Pablo Casado avisaba a Carles Puigdemont de que le podía esperar el mismo destino que Lluís Companys si declaraba la independencia: “Creo que la historia no hay que repetirla, esperemos que mañana no se declare nada. A lo mejor, el que lo declare acaba como el que lo declaró hace 83 años".

Lluís Companys fue encarcelado por proclamar el estado republicano en 1934 por parte de la República. Pero también fue fusilado por la dictadura de Francisco Franco. Así “acabó” Companys, porque no hay mayor manera de “acabar” que el morirse. Por lo que la polémica estaba servida.

Por si acaso, se le hizo una pregunta a medida para que aclarase si hablaba del encarcelamiento o del fusilamiento. Y ni así fue capaz de calmar los ánimos, alegando que “yo no soy ni historiador, ni soy tampoco futurólogo”. “Que no se repita la historia. Quien olvida la historia está condenado a repetirla”, señaló Casado.

Está claro que Casado tampoco es historiador, porque su única salida fue alegar que el encarcelamiento de Companys ocurrió en la Segunda República, “que tampoco es una época recordada por una extrema derecha al frente de las responsabilidades del Gobierno”. Obviaba así que la declaración de independencia vino provocada por la entrada de la extrema derecha en el Gobierno con tres ministros de la CEDA. Pero claro, eso trastoca la manipulación histórica de que la Segunda República era un régimen izquierdista y sin democracia en la que la derecha podía ganar elecciones y gobernar.

Casado ya demostró su desprecio a la historia y las víctimas de la dictadura precisamente cuando se intentaba relanzar su imagen, en el año 2008, como presidente de las Nuevas Generaciones del PP de Madrid. Entonces pronunció el discurso por el que nunca ha pedido disculpas: “Yo estoy convencido de que la inmensa mayoría de jóvenes españoles son del Partido Popular y aún no lo saben, si es que en pleno siglo XXI no puede estar de moda ser de izquierdas, son todos unos carcas, están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién, con la Memoria Histórica”.

El dirigente popular tiene en su haber infinidad de polémicas: comparar a las limpiadoras de hotel con el trabajo de su hermano médico, borrar de su curriculum su pasado como becario de banca en Suiza, su invención de ser “jefe de Gabinete” de Aznar o su historial como portavoz de la intermediación del expresidente entre Gadafi y Abengoa.

Pero, sin duda, donde mejor se mueve Pablo Casado es en el ambiente de guerracivilismo que vivimos estos días. Antes del 1-O, el Partido Popular pergeñó un vídeo lamentable en el que hablaba de una supuesta hispanofobia que se vive en Cataluña. Tal fue el dislate que se dice que el propio Mariano Rajoy se molestó y los dedos chivatos señalaron a Pablo Casado como el autor.

Sin embargo, esa supuesta molestia de Rajoy no transcendió ni se verbalizó de manera pública. Al igual que ha pasado ahora, con esa apelación a medias al fusilamiento de Companys. Nadie en el PP sale a contradecir a Casado ni a desautorizar sus palabras. Quizás porque conviene tener a mano un dobermán, ahora que Álvarez Cascos está jubilado y pendiente de salir bienparado del caso Gürtel.

Con esas licencias, Casado no se sonrojó ni se sonrojará. Por eso el pasado domingo bajó la calle Génova para plantarse en la manifestación de Colón convocada por la extrema derecha de DENAES. Y, de paso, fabricar unos pocos independentistas más en cuanto tuvo una cámara delante y pudo asegurar que “Cataluña nunca ha sido independiente y nunca va a ser independiente, no lo vamos a tolerar. Y vamos a poner todo lo que haga falta para que se cumpla la ley y sobre todo para que se restablezca una convivencia fracturada por los golpistas de los partidos independentistas catalanes”.