El manuscrito encontrado es uno de los recursos literarios, o una de las convenciones literarias, que posibilita jugar con los límites entre ficción y realidad. En el cine, el found footage, o grabación encontrada, se convirtió, desde finales del siglo pasado, en una recurrente convención, en particular en el género de terror. En Un plan sangriento. El caso Roderick Macrae (Impedimenta), de Graeme Macrae Burnet, el material encontrado en los archivos de las Highlands de Inverness se compone de varias piezas que compondrán un puzzle (que desmontar para recomponer otro, ese que configura otro ángulo sobre una realidad instituida o impuesta): el relato de la confesión de Roderick, que ocupa la mitad de la extensión de la narración, escrita durante su estancia en prisión, mientras esperaba el cumplimiento de la pena de muerte a la que había sido condenado por la muerte de tres vecinos de su localidad, Culduie, Escocia, en 1869; las impresiones de otros habitantes sobre el día del suceso o sobre la personalidad de Roderick, los informes de los análisis forenses; las reflexiones del doctor James Bruce Thomson, quien estudió su carácter, y su entorno y, por último, el registro del transcurso del juicio al que fue Roderick sometido, durante el que se discutió, principalmente, si, aunque se hubiera declarado responsable de los asesinatos, sufría alguna demencia o había realizado los crímenes con nítida consciencia de la implicación de sus actos. Puede evocar en ciertos pasajes, los relacionados con el diálogo entre doctor y condenado, a otra excelente novela, Alias Grace, de Margaret Atwood, y por la relación de su protagonista con su entorno rural, a otra de las grandes películas de Terence Davies, Sunset song (2015).

El señor Sinclair me ha dicho que exponga lo que él llama la <<cadena de acontecimientos>> que llevaron al asesinato de Lachlan Broad. He pensado detenidamente acerca de cuál podría ser el eslabón de esta cadena. Cabría decir que empezó con mi nacimiento o incluso tiempo antes, cuando mis padres se conocieron y se casaron, o con el hundimiento del Dos Iains, que fue lo que les unió. No obstante, aunque es cierto que, si ninguno de estos acontecimientos hubiese sucedido, Lachlan Broad seguiría vivo hoy por hoy -o por lo menos no habría muerto por mi mano, todavía es posible concebir que las cosas podrían haber seguido un curso distinto. De haber hecho caso del consejo del señor Gillies, por ejemplo, tal vez me habría marchado de Culduie antes de que los acontecimientos que aquí han de relatarse ocurrieran, He intentado, por tanto, identificar el punto en el que la muerte de Lachlan Broad se tornó inevitable; es decir, el punto a partir del cual no concibo otro desenlace.

Se sabe que Roderick realizó los crímenes, pero se especula con cómo era. Realidad y misterio se conjugan, o plantean, desde diversos ángulos. En el misterio se gesta la ficción a través de la especulación. Varias perspectivas, diferentes yoes, reflejan su punto de vista, que se combinan con el material que constata unos hechos, el estado de las cadáveres, los diferentes interrogatorios durante el juicio. Parece real, por cómo se presenta, como si se atestiguara un suceso histórico. Lo fuera o no, se reflexiona sobre cómo era esa ficción denominada realidad, una estructura social rígida que es aceptada, o padecida, y a veces pueden ser sinónimos (Nuestro padre no experimenta mayor felicidad que cuando está sufriendo), la sensación o no de sentirse integrado en un entorno, en una realidad codificada. ¿Por qué se acepta una realidad, una vida, con una estructura que se considera incuestionable o inamovible?¿Por qué me pliego a la realidad que me imponen?

El carcelero permanece en la entrada todo el tiempo, pero no tengo la impresión de que me esté observando. Me da un poco de pena, el hombre. Su vida aquí no parece mucho más agradable que la mía y él seguirá en este lugar mucho tiempo después de que yo me haya marchado. La distancia alrededor del patio es de veintiocho pasos y, por lo general, completo unas sesenta vueltas en el tiempo que se me concede. Esta viene a ser, aproximadamente, la distancia entre Culduie y Camusterrach, e intento imaginarme que ese es el camino que estoy recorriendo.

¿Quién es Roderick, ese labriego de 17 años que ayuda a su padre en su granja, una más de las que integran una misma línea costera, como casillas intercambiables? Un hombre que sabe empatizar, incluso, con su carcelero. Dicen de él que es diferente, que habla solo, que tiende a estar a aislado. Su profesor señala que no ha conocido alumno con sus aptitudes. Quizá podría aspirar a otro modo de vida, otra dedicación. Pero parece abocado a ese espacio de vida roturado. No sólo lo están los cultivos, también el modo de vida, también las jerarquías. Responden a un lord, dueño de esas tierras, pero la pirámide jerárquica dispone de un factor en cada zona, y un alguacil, Lachlan Broad, el prototipo del esbirro, el campesino que aprovecha su posición de poder para dar rienda suelta a sus desprecios o resentimientos personales. Y el padre de Roderick es el depositario de esos sentimientos. Hay alguien por debajo de él, alguien que le hace sentir que sí domina su escenario de realidad. Y para que, incluso, sea un placer, es alguien con quien puede ensañarse porque puede contrariar su vida, interfiriendo, sustrayendo, apropiándose, gracias a su posición adquirida, y ratificada por el factor. Cumple perfectamente su labor de esbirro que mantiene la estructura de dominantes y subordinados que deben encorvar el gesto sumisos. Roderick habita una estructura rígida que es una estructura de realidad impuesta.

Vista desde arriba, la parroquia no parecía más que el juguete de un niño. La gente y los animales no eran más grandes que meras motas de cenizas y me costaba creer que nada de lo que allí sucediera tuviera alguna transcendencia. Pensaba en lo que yacía allende las montañas, en las grandes ciudades del sur y, al oeste, en el vasto Atlántico y su promesa de Canada. Me sorprendía a mí mismo cavilando si quizá podría, después de todo,construirme una vida.

Roderick mira mucho hacia el horizonte. Uno tiene la forma del cuerpo de la hija del alguacil, Flora, otro se perfila con los paisajes posibles más allá de lo que su vista alcanza. Se pregunta sobre otras posibilidades de vida, imagina que abandona ese insatisfactoria parcela de vida que se asemeja a un cerco. Sueña con esa chica de quince años como la posibilidad de distinción que le alivie de la vida constreñida, con un padre que le golpea, como castigo, cada semana, y una dedicación y un entorno que siente como una trampa. Intenta liberar a una oveja de un lodazal, pero debe sacrificarla cuando lo consigue. Avisa a un ciervo cuando está a punto de ser abatido por el lord, un impulso del que se arrepiente, pero quizá es que se vea a sí mismo en el ciervo, o el absurdo de ese cerco de realidad que les aprisiona, como si les dispararan una y otra vez, de modo figurado, con las restricciones y las imposiciones de unas normas o de los caprichos de quien aprovecha de su posición de poder. El sueño se torna lodazal cuando adviertes que la mujer que sueñas concibe la realidad que habitas, precisamente, como inapelable cerco.

Me dio la sensación de que nos movíamos por un mundo, que por un momento, había dejado a un lado las herramientas y se había detenido. De haber podido transportarme, por algún medio mágico, a la casa, me habría encontrado a Jetta y a mi padre completamente congelados en sus quehaceres y el juego de los niños paralizado del todo. (…) Flora dijo entonces que los ciervos estaban en la montaña para ser cazados por los caballeros y que el sustento de Lord Middleton dependía de esa clase de pasatiempos. Repuse que el sustento de Lord Middleton no era de mi incumbencia. Flora replicó que debía ser de mi incumbencia, ya que era su propiedad la que proveía de empleo a la gente.

Pudo ser un crimen verdadero o no, pero la estructura de realidad impuesta sí lo era. Y las interrogantes y los sueños de Roderick se corresponden a los de muchos enfrentados a una realidad que oscila, a veces como la cuerda de una horca, entre la ilusión y la decepción, el impulso de sublevación y la sumisión, por necesidad o indecisión, a unas reglas y unos códigos de vida impuestos. La narrativa juega con el relato como ficción que proporciona una impresión de realidad. Pero quizá se inspira en un suceso acaecido 34 años antes en Normandia, cuando un hijo mató a su madre y dos parientes, por la tiranía que ejercía su madre sobre él y su padre. Otro entorno, otra historia. ¿Importa que este relato no sea la crónica, la memoria, de un suceso que aconteció de veras? Importa esa mirada que se explora, que intentan entender, categorizar, loco o cuerdo, si se dejó llevar por un impulso o trastorno, o actuó fríamente como un cirujano que extirpa un tumor en su vida, porque esa pregunta también puede orillar las preguntas fundamentales, cómo la realidad con sus estructuras jerárquicas se puede convertir en una cámara de torturas, cómo el ser humano disfruta detentando una posición de poder. Y cómo una mirada que disponía de la capacidad de mirar más allá y de una singular capacidad empática un día dijo no. Y asumió su gesto. Dado el eco de esa acción en nuestro presente, la podríamos materializar de otra manera.