El segundo largometraje de David Robert Mitchell, It Follows, se presenta como una de las obras más sorprendentes de los últimos años de terror que nos introduce en una historia agobiante y perturbadora.


It Follows (2014) comienza con un plano secuencia de gran brillantez, con un giro de la cámara de 180 grados, que marca prácticamente todos los elementos que irán desarrollándose a lo largo de su magnífico metraje. Porque la segunda película de David Robert Mitchell no es tan solo una de las mejores películas de terror en años, sino también una obra compleja, reflexiva en su tratamiento formal y argumental, sugerente en su contenido metafórico, estéticamente elegante y perfecta, inteligente en su trabajo sonoro-visual.



Robert Mitchell ha mirado de manera directa al cine de terror de los ochenta pero sin caer en la referencialidad o en el homenaje directo. Ha tomado de aquel cine su capacidad para, mediante la imagen, trabajar el elemento de inquietud, de perversidad incluso. No busca, a diferencia, eso sí, de muchas de aquellas película, el susto fácil y efectista, sino que trabaja la atmósfera, el ritmo. Ciertos acercamientos o movimientos de cámara son más inquietantes que cualquier situación violenta o susto. Y aunque de esto último algo hay en It Follows, por fortuna, no es la base de la película. Robert Mitchell nos propone una obra en la que se impone el mirar. Y aunque esto quizá pueda parecer demasiado obvio, basta con pensar en otras películas parecidas para darse cuenta que el director ha logrado algo diferente. Porque cada plano, cada encuadre, cada detalle, posee importancia. También, curiosamente, lo que no se ve, jugando con las elipsis de una manera portentosa; al igual que con la profundidad de campo, dejando que al fondo del encuadre sucedan cosas o aparezca una foto o un cuadro que da una pista sobre la trama o la complementa. En definitiva, un trabajo realmente genial de tratamiento visual.



Curiosamente, o no tanto, Robert Mitchell debutó con una película de corte cómico-romántico, El mito de la adolescencia, con la que It Follows presenta no pocas relaciones. Aunque separadas por cuestiones de género, ambas películas se acercan a la adolescencia, o, mejor dicho, a ese momento de paso a la madurez con el sexo (o su búsqueda) como elemento que vehicula sus motivaciones. Y en ambos casos, con mayor presencia en It Follows, o como poco con un tratamiento con más sentido en relación a la trama, aparece un paisaje desolador de los suburbios y las ciudades. Mediante una cierta abstracción temporal –la película podría suceder casi en cualquier momento de las últimas tres décadas- la imagen de la ciudad de Detroit, o una parte de ella, evidencia un deterioro físico en su paisaje que acaba deviniendo en el perfecto marco no solo de una trama de terror, sino que su propia fisionomía supone un relato de terror. Porque apunta a una sociedad rota, sin donde aferrarse, en la que los personajes pululan desorientados.



Hay quien ha querido llevar a cabo una lectura de la película conservadora, como un ataque al sexo libre como peligro para las infecciones; también, en el lado opuesto, quien ha querido ver esa libertad sexual como la única capaz de poder frenar el horror. Por nuestra parte nos parece más acertada esta segunda opción, si bien hay muchos más elementos de interés en la película, como por ejemplo el trabajo sobre la identidad, sobre su búsqueda, de unos jóvenes varados en una realidad, esta sí, infecciosa. Una infección que Robert Mitchell logra transmitir con esa puesta en escena, que acaba produciendo en el espectador una sensación agobiante.



Por eso, cuando el terror hace su aparición sin, además, explicar demasiado su naturaleza, ese paisaje se convierte en el perfecto marco para su desarrollo, pero no como mero contexto, también como base sólida para la desesperanza y la soledad de unos jóvenes que luchan contra algo que no entienden, pero que saben que existe. Porque una de las virtudes, entra tantas, de It Follows, reside en que muestra el horror en su estado más puro, sin necesidad de buscar, ni encontrar, motivaciones a lo que sucede. Esa abstracción produce más desazón, porque apunta a la presencia del mal en cualquier parte. Y ese desconocimiento incrementa todavía más el terror.


It Follows es, en definitiva, una película diferente a pesar de partir de unos referentes muy concretos gracias a la habilidad de Robert Mitchell de imprimir una mirada muy personal al género gracias, como decíamos anteriormente, a un trabajo visual impecable y sugerente que exige ser vista varias veces para poder llegar a todo lo que propone. Pocas veces en los últimos años se ha podido asistir a una historia verdaderamente de horror como la propone Robert Mitchell en It Follows.