En la última edición de La Velada del Año, el evento creado por Ibai Llanos que mezcla boxeo y espectáculo, la pelea entre RoRo y Abby trascendió el ámbito deportivo. Fue una batalla física, sí, pero también una metáfora cultural: dos mujeres con filosofías opuestas frente a lo que significa ser mujer en 2025. El ring se convirtió en un espacio donde se enfrentaron dos discursos tan distintos como irreconciliables en la mirada de quienes las siguen.
RoRo: la domesticidad como marca personal
¿Quién no ha escuchado alguna vez “hoy a Pablo le apetecía…” al deslizar por TikTok o Instagram? Con esa frase, dicha con voz dulce y gesto sereno, se han abierto millones de vídeos. Todos reconocen el patrón: planos cuidados, recetas bien montadas, y una historia breve sobre lo que su pareja quería comer ese día. Pues ella es RoRo, Rocío Bueno, la influencer que ha convertido la vida doméstica en un producto de éxito viral.
A sus 23 años, RoRo se ha hecho un nombre en redes gracias a su estilo de vida centrado en el cuidado de su pareja. Cocina, organiza, decora, y lo muestra con una estética limpia y optimista. Aunque ha dicho en varias ocasiones que no pretende representar ningún rol tradicional, su imagen encaja con el ideal de la mujer “tradwife”, aquella que reivindica el rol de esposa tradicional como una elección moderna y válida.
Su contenido ha sido abrazado por una parte de la audiencia —especialmente masculina— como un contrapeso a los discursos feministas contemporáneos. Para ellos, RoRo encarna lo que consideran una “mujer de verdad”: dedicada, tranquila, centrada en la pareja. Sus defensores argumentan que ella simplemente ha elegido vivir así y tiene derecho a mostrarlo. Sus críticos, sin embargo, la acusan de romantizar formas de sumisión revestidas de dulzura.
A nivel ideológico, RoRo se sitúa en una zona ambigua. Se ha mostrado a favor del aborto y en contra de la gestación subrogada, pero evita etiquetas. Su éxito, más que en lo político explícito, reside en lo simbólico: su contenido transmite una nostalgia por el orden, la pareja estable y los roles claros. En un mundo agitado, RoRo representa, para muchos, una vuelta al hogar como refugio emocional.
Abby: autonomía, humor y confrontación
Frente a esa imagen, Abby —Abril Gené Capriles— proyecta todo lo contrario. Es directa, irónica, y no elude el conflicto. Construyó su comunidad a través del streaming, especialmente en Twitch, donde se hizo conocida jugando a League of Legends y hablando sin filtros sobre su vida y su entorno. Su discurso es progresista y combativo, y se dirige a una audiencia que busca una voz femenina con autonomía y presencia pública.
Abby no encaja en el molde de la ternura. Critica los roles tradicionales, cuestiona narrativas y no teme posicionarse en temas polémicos. Ha señalado directamente a RoRo como ejemplo de un modelo de feminidad que, aunque maquillado de libertad, refuerza el papel subordinado de la mujer. En sus vídeos y directos, Abby se ríe de lo políticamente correcto, pero también analiza con agudeza los discursos que moldean la cultura digital actual.
Su figura se asocia con una mujer que no busca la validación masculina ni la protección del hogar. Para Abby, el valor está en la independencia económica, en la capacidad de generar contenido desde su voz, y en no ceder ante la expectativa de “caer bien”. Representa una nueva forma de feminismo, más individualista, pero firme en su rechazo a los modelos heredados.
Dos modelos enfrentados
El contraste es evidente. Mientras RoRo construye una narrativa basada en el cuidado al otro, Abby lo hace sobre la afirmación del yo. Una representa la armonía doméstica como proyecto de vida; la otra, la confrontación como camino de libertad. Ambas han logrado conectar con públicos que se sienten reflejados en sus discursos, lo que evidencia que la conversación en torno al papel de la mujer sigue abierta, plural y profundamente polarizada.
RoRo habla a quienes encuentran en lo tradicional una forma de seguridad. Abby interpela a quienes ven en la autonomía y la crítica el único camino hacia la igualdad real. Son dos proyectos opuestos, no solo de contenido, sino de visión del mundo.
Lo que quedó tras el combate
El combate terminó con la victoria de Abby, pero no resolvió nada en términos ideológicos. Al contrario, amplificó la conversación. La pelea no fue solo un espectáculo: fue un episodio simbólico en una discusión mucho más amplia sobre feminidad, elección, libertad y representación.
En definitiva, RoRo y Abby no son simplemente dos influencers que se enfrentaron en un ring. Son, hoy por hoy, dos caras visibles de un debate que atraviesa redes, generaciones y modelos culturales. Un debate que, lejos de agotarse, no ha hecho más que empezar.