Cecilio G ha lanzado este viernes Narcopiso. Solo él podría sacar un tema navideño a finales de mayo ya que solo en su mundo nieva en todas las estaciones del año. Instaurado en un viaje constante hacia el abismo, el rapero barcelonés sigue dando coletazos de su enorme talento y una sorprendente lucidez . El videoclip comienza metido en una jaula metálica, desorientado, sollozando y fotografiado por un móvil sin rostro que podría ser el de todos nosotros. Un alegoría sobre cómo el público ve al artista-mascota que debe lidiar con los estragos de vida real, sintiéndose constantemente observado y juzgado. Retransmitiendo en directo su propia muerte gota a gota Perseguido por las opiniones ajenas y los mensajes moralistas. Y lo peor, los juicios de yonkis no tan yonkis que necesitan ser testigos de la degradación de otro yonki para sentirse ellos mismos menos yonkis. 

Cecilio sale de dicha jaula con polvo blanco en la nariz en mitad de una pista de patinaje sobre hielo para expresar una frase que resuena durante toda la canción: “Tengo tanta droga dentro que parezco un narcopiso”. Más allá de ser una de las barras del año, es algo crudo y desgarrador. Estamos siendo testigos de la caída de un artista hacia el abismo y no puedo dejar de mirarlo. Pura pornografía y morbo que necesito ver. 

Verle decir “fans, vuestras rallas nos encantan” mientras pinta una montaña blanca de hielo me lleva a pensar en todos aquellos anónimos que le han invitado a droga solo para poder contar la anécdota de que han volcado con el Ceci. Como hacían con Maradona. Simples juguetes en manos del resto con la única función de colmar dosis de dopamina. Ceci es puro, creíble y transmite originalidad. Lleva más de 10 años sacando temas y se trata de uno de los pioneros del trap español. Sin embargo, a sus más de 30 años, sigue inmerso en una película que ya nadie cree y en una eterna lucha contra sí mismo.

Con un abrigo de piel, joyas y traje de tinta, Ceci se pregunta si “es su fin”. Bastante desgarrador el “no me preguntes qué tal si quieres escuchar que mal”. También aborda la relación con su padre, un aspecto troncal en la construcción de su personalidad y cicatriz que nunca ha curado: “Tengo daddy issues, mi padre desapareció, nadie me lo avisó”. Sin embargo, el punto álgido del dolor llega con: “Estoy enganchado a morirme”. Duele pensar en la impotencia de alguien que escribe esa reflexión sobre el papel en un abrumador ejercicio de sinceridad y lucidez. 

Cecilio G también tiene tiempo para soltar verdades como puños y algunas evidencias, claro: “El rapper más duro es una mujer, coño, es La Zowi. Algunos se creen artistas y no tienen discos de oro. Yo tengo dos, loco, y creen que soy tonto”. O “progres de mentira, no compartís ni los datos; gangsters de mentira, no lleváis ni dos gramos”.

Escucho el tema y no puedo evitar imaginarme a Ceci, errando por la ciudad y con más droga dentro que un narcopiso, acercándose a un grupo de chavales y soltándoles: “Una pregunta chicos: ¿Conocéis a Batman?”

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