En plena refriega electoral nos llega la noticia de la muerte del compositor José Luis Armenteros autor de la legendaria canción de la Transición “Libertad, sin ira, Libertad”.

Poco a poco van cayendo muchos de los actores de aquel periodo extraordinario donde nadie quiso enterrar a nadie y todos quisieron ayudar a todos. Pocos iconos como esa canción para detallar en su letra (incluso la pequeña) los anhelos de aquella generación que bien mirado no son tan distintos (algo de distantes, si) de los sueños de los españoles de la actual hora.

Libertad sin ira

Lo que distingue a las grandes naciones libres del mundo es precisamente la libertad. Sin ira. Sin pretender enterrar al que no piensa exactamente como el otro y se respeta legítimamente al que tiene proyectos colectivos distintos al de la acera de enfrente. Y se imponen los que cuentan con una mayoría respetando siempre a las minorías. Algo elemental. Eso es precisamente lo que ocurrió.

Lo de Papell

Precisamente para reivindicar aquello frente a las agresiones un tanto estultas e infantiles del momento, Antonio Papell, uno de los intelectuales con más conocimiento y lúcidos de la España actual, ha escrito un libro (ELOGIO DE LA TRANSICION, Akal, 2016) interesantísimo para entender lo que aquí expreso.

El ingeniero/periodista sostiene que la Constitución del 78 y todo el proceso posterior incluyeron a España entre los sistemas más avanzados del mundo y de igual a igual con las democracias francesa o norteamericana, por citar solo dos.

Sostiene también Papell –como todo aquel con dos dedos de frente-que hay proceder a reformas que enriquezcan y permitan mantener desde otras ópticas el sistema que entonces se dieron los españoles. Pero no entrar piqueta en mano para demoler sin saber a ciencia cierta que se desea levantar.

Nueva época

Pero es un hecho biológico, como decía anteriormente, que aquellos actores van desapareciendo. Unos lo han hecho en la vida pública –la mayor parte- y otros se van a la otra vida. Es ley natural.

Yo viví aquellos años como jovencito corresponsal de los grandes sucesos que ocurrieron. Y en ocasiones tengo la sensación de que nuestro momento pasó.

La muerte de Armenteros me confirman en la idea. Lo cual no me reconforta nada.