La historia de la música está pavimentada por el odio. O más bien, por enconadas rivalidades que alimentan la leyenda y, sobre todo, a los fans. Desde Chuck Berry contra Little Richards, la clásica de Beatles contra Stones, la dura de Guns’n’Roses contra Nirvana, la del trono del britpop entre Oasis y Blur. Y la actual, entre las dos grandes estrellas de la música en nuestros días: Adele contra Beyoncé. Sin embargo, como ocurre en muchas ocasiones, esta rivalidad no es tal. Es un invento de la prensa o, más habitualmente, de los managers que pretenden crear hordas de fieles seguidores. Y para eso es tan importante tener a alguien a quien a adorar como a alguien a quien odiar.

Adele y Beyoncé, completamente opuestas

Adele y Beyoncé dan el arquetipo perfecto para una lucha encarnizada. Porque no pueden ser más distintas. Adele encarna la insulsa británica, paliducha y entrada en carnes. Con una buena voz pero absolutamente negada para el baile o la pose. En las distancias cortas sin embargo resulta una chica normal, accesible y risueña. Frente a ella la diosa. Beyoncé encarna toda la megalomanía del starsystem norteamericano. Desde su eclosión en Destiny’s Child ha afianzado su posición como reina indiscutible del R&B. Potente, decidida, consciente de su ascendencia y en lucha constante. Inaccesible. Nada se le resiste. Puede cantar y bailar complejas coreografías al mismo tiempo. Incluso caerse aparatosamente por las escaleras del escenario y levantarse como su nada.

Admiración y respeto entre lágrimas

Pero una vez más todo es falso. La pasada edición de los Grammys dejó una de esas raras escenas que pasarán a la historia de la música sin que se emita una sola nota. Adele logro el premio más importante de la noche. Su disco 25 (va titulando los álbumes con la edad que tiene cuando lanza cada trabajo) obtuvo el reconocimiento como Disco del Año. Entre otros venció al monumental Lemonade de Beyoncé. Cualquiera, en ese momento, habría aprovechado para agradecer el premio a toda la familia, a compañeros y a algún santo. Adele no. Adele, entre pucheros, dedicó todo su discurso de agradecimiento a Beyoncé. La cantante británica describió a la norteamericana como su modelo. Que la adoraba (sin ahorrar un taco). Y en cómo Beyoncé había ayudado a la comunidad negra a dar un paso adelante. Al final, ni corta ni perezosa, partió la gramola que representa el premio para entregarle la mitad a una Beyoncé que devolvía los halagos con más pucheros. Puede que Adele tenga razón. Que Lemonade sea mejor álbum que 25. Aunque 25 haya vendido diez veces más copias, es probable que el disco de Beyoncé resista mejor el paso del tiempo. Pero eso da igual. Durante muchos más tiempo se recordará esta escena entre las dos estrellas de la música actual. [embedyt] http://www.youtube.com/watch?v=ctuggqUSITM[/embedyt]