David Koepp, el guionista de Atrapado por su pasado (Carlito’s way, 1993) y Misión imposible (Misión: impossible, 1996), ambas de Brian De Palma, dirige un delirante y sofisticado pasatiempo que produce e interpreta un histriónico Johnny Depp en la piel de un snob y descarado comerciante de arte .
Hay quienes parecen resistirse a aceptar que los años pasan, que la juventud es un estado efímero que se desvanece con el tiempo. Algo especialmente sensible en el caso de los actores ya que, al fin y al cabo, el físico, aparte de las cualidades interpretativas, es su marca de identidad. Si bien ha habido quienes han sabido adaptarse al paso del tiempo construyendo una más que sólida carrera como es el caso de Paul Newman por citar un ejemplo sobre la marcha, también los hay que parecen obsesionados en perpetuar una juventud que les ha abandonado hace tiempo sin percatarse de que en el fondo, su empeño no es más que un camino ilusorio que puede acabar convirtiéndoles en una caricatura de sí mismos.
Esa es en cierta manera la sensación que desprende últimamente la figura del propio Johnny Depp quien en su día encarnó a John M. Barrie, el autor de Peter Pan, en Descubriendo Nunca Jamás (Finding Neverland, Marc Forster, 2004) y quien parece seguir los pasos del personaje creado por el escritor escocés. Porque el actor, que ya ha sobrepasado los cincuenta años de edad, parece empeñado en prolongar ese aspecto juvenil que hace tiempo que se le ha quedado atrás. Una actitud que se acentúa si cabe aún más en Mortdecai, un film que además ha producido, convirtiéndolo en un producto confeccionado a su imagen y semejanza. Algo que puede generar una cierta desorientación en sus fieles seguidores, sobre todo porque ha sido un ídolo para una generación de espectadores y un actor inconformista que ha apostado por trabajos poco convencionales ‒El sueño de Arizona (Arizona dream, Emir Kusturica, 1992), Donnie Brasco (Mike Newell, 1997), Antes que anochezca (Before night falls, Julian Schnabel, 2000), etc‒, cuando no arriesgados y bajo la batuta de cineastas independientes como Jim Jarmusch ‒Dead man (1995)‒ o trasgresores como John Waters ‒Cry‒baby (El lágrima) (Cry‒baby, 1990)‒ por citar un par de ejemplos. Además de su prolífica unión con Tim Burton que ha dado lugar a títulos de la talla de Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990), Ed Wood (1994), Sleepy Hollow (1999) o Charlie y la fábrica de chocolate (Charlie and the chocolate factory, 2005). Al fin y al cabo, e independientemente de la calidad de sus películas, si hay un rasgo común entre ambos es que comparten, aunque cada uno a su manera, eso que se suele llamar síndrome de Peter Pan.
Si bien su personaje de Jack Sparrow de la saga de Piratas del Caribe ya estaba impregnado con los tics de sus roles anteriores, ahora en Mortdecai da la sensación de que es el propio Sparrow el que se ha transfigurado en el pícaro marchante de arte cuyo nombre da título a la película. Una excéntrica comedia en la que Depp ha contado con intérpretes de lujo como Gwyneth Paltrow, Ewan McGregor o Jeff Goldblum y cuyo material de partida es la trilogía literaria protagonizada por Charlie Mortdecai ‒No me apuntes con eso (Barataria Ediciones, 2007), Something Nasty in the woodshed y Alter you with the pistol‒ del novelista británico Kyril Bonfiglioli (1929‒1985), quien antes de dedicarse a la escritura fue marchante de arte y editor de la revista Science Fantasy.
Mortdecai es un alocado divertimento impregnado por las influencias del cine de Wes Anderson y por ese espíritu frívolo del que hacían gala sagas como la de Austin Powers. Una sofisticación a la que contribuyen sus escenarios, desde las diversas capitales y los museos como el Victoria & Albert Museum de Londres que recorre el protagonista, hasta su gran mansión en la campiña inglesa. Una trama a su vez poblada por variopintos personajes de la más diversa ralea, como el propio mayordomo y ayudante del protagonista encarnado por Paul Bettany, quien suele recibir muchos de los golpes destinados a Mortdecai, cuando no es éste quien se los propina de manera accidental dadas sus escasas habilidades físicas; o la propia esposa del protagonista interpretada Gwyneth Paltrow, una atractiva mujer bajo cuya frágil apariencia se oculta una persona astuta y calculadora.
Mortdecai es un caradura elegante y bon vivant a quien un agente del servicio de inteligencia británico, encarnado por Ewan McGregor, le pide que encuentre un cuadro perdido de Goya en cuyo dorso se sospecha que hay escrito el código de una olvidada cuenta bancaria de los nazis. A partir de ahí el protagonista se verá envuelto en una delirante aventura en la que se verá obligado a viajar por varias ciudades del mundo al mismo tiempo que será perseguido por unos agentes rusos y un terrorista internacional.
David Koepp, autor también de los guiones de La muerte os sienta tan bien (Death becomes her, Robert Zemeckis, 1992), Parque jurásico (Jurassic park, Steven Spielberg, 1993) o La habitación del pánico (Panic room, David Fincher, 2002), concibe un ligero pasatiempo en el que Johnny Depp da rienda suelta a su histrionismo. Un histrionismo con el que parece comenzar a traspasar esa frontera que le puede convertir en una caricatura de si mismo.