María Terremoto (Jerez de la Frontera, 2000) cuenta con una trayectoria marcada por la fuerza de su herencia flamenca. Pero hace mucho que la cantaora decidió explorar su propia sensibilidad dentro del flamenco. Después de estrenar su disco Manifiesto, la artista vuelve a sorprender con su versión de La Niña de la Escuela, el éxito de Lola Índigo que ha llevado a su terreno con Amazon Music. Ahora, la cantaora habla del peso del legado, el duelo y las críticas que ha recibido por abrirse su propio camino.

Pregunta (P): ¿De dónde sale esa inquietud de juntar el flamenco con la primera línea del pop nacional?

Respuesta (R): Mi inquietud por la música me acompaña desde que nací. Al principio estaba muy centrada en el flamenco, como heredera de un apellido importante en ese mundo. Pero Amazon me propuso hacer el Amazon Music Original de ese año y La niña de la escuela me pareció la canción perfecta, porque tiene mucho de mí. Yo fui esa niña que en su momento recibió burlas y le faltó confianza, y sentí que era una gran oportunidad para transmitir ese mensaje también a través de esta nueva versión. Ha sido un reto importante y complejo, porque la producción no ha sido fácil. Aun así, quise aportar mi propio punto de vista porque vengo de una casa de cante y siempre voy a tener mi sello flamenco. Pero, al mismo tiempo, quería apartarme un poco de esa María flamenca absoluta y demostrar que también navego por otros estilos y que me gusta la música en general.

P: ¿Pesa la herencia y el querer descartarte de una rama familiar y tan ortodoxa como Los Terremoto? 

R: Cuesta bastante, aunque cada vez menos. Es un trabajo interno que he hecho. Necesitaba defenderme de esa presión y esas cadenas, pero he podido salir. Es un orgullo muy grande, pero pesa bastante porque es una responsabilidad que te echas a las espaldas, la de defender lo que hacían tu padre y tu abuelo. Hay presión y expectativas de que debes continuar ese camino.  Además, siempre aparecen comentarios de gente que, sin pedirles opinión, sienten que tienen derecho a dártela: “no hagas esto”, “no nos defraudes”. Incluso con mi disco nuevo recibí críticas del tipo: “me has defraudado”, “yo confiaba en ti”, “te has vendido”. Ese tipo de comentarios me obligaron a parar y canalizar todo. La miel no está hecha para la boca del asno. He conseguido desprenderme de ese peso y llevarlo todo con respeto y con orgullo hacia mi nombre, pero siendo yo.

A veces parece que si no eres La Niña Pastori no sirve

P: ¿Sientes que el flamenco y el pop están reñidos?

R: Creo que al final son dos músicas tan diferentes que la fusión no siempre ha tenido aceptación. Ahí está, por ejemplo, el caso del flamenco pop. Niña Pastori fue una pionera y, después de ella, llegaron muchísimos más artistas. Al ser estilos tan distintos y el flamenco tan exigente, a veces parece que si no eres María Niña Pastori no sirve. Yo la admiro profundamente. He compartido escenario con ella, me ha invitado a uno de sus conciertos y para mí es un referente porque he crecido con su música. Pero es verdad que ahora la percepción ha cambiado. Antes había muchos prejuicios y estigmas: que si esto es puro, que si esto no, que si está demasiado mecanizado… Yo creo que la música es música, y mientras se haga con gusto y con conocimiento, siempre va a alimentar el corazón y el alma. Es algo inmaterial, pero con muchísimo valor para nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos. Sin música, el mundo no sería el mismo.

P: Este año también has fusionado flamenco y rap con Faenna en 'Arrastrao'.

R: Mi género favorito de música es el R&B. Me apasiona profundamente. En cuanto a colaboraciones, me encantaría trabajar con Nathy Peluso. Es una artista increíble, que no tiene límites: puede rapear, cantar salsa, interpretar una canción de Sinatra. Se adapta a todo y lo hace suyo. Es el tipo de artista que necesitamos hoy en día, sin prejuicios, ni personales ni artísticos. 

P: Ya no es solo la forma, es el contenido, porque también te has centrado en cantar desde una perspectiva y experiencias propiamente femeninas. 

R: Creo que las artistas tenemos una ventaja: podemos darle voz a mujeres que no siempre tienen la libertad de expresión que nosotras tenemos. Nuestro trabajo es contarle algo al mundo, y en Arrastrado quisimos justamente eso: dar voz a quienes se han sentido oprimidas por un amor, utilizadas, poco valoradas o que no se han sentido reconocidas como mujeres. La idea es reivindicar ese poder femenino, esa fuerza que surge cuando sales de un momento difícil, como una relación complicada. Esa fuerza que tenemos nosotras no la tiene ningún hombre, por mucho que lo intente.

P: El flamenco cada vez se abre más a salirse de lo ortodoxo. ¿Es ese el futuro del género? 

R: Es complicado, pero creo que el flamenco está viviendo un cambio importante. Antes era una música con un público más reducido y muy exigente, más aficionado, mientras que ahora ha adquirido un nuevo objetivo y un nuevo enfoque. Gran parte de este cambio se lo debemos a Rosalía. Desde el principio fue muy criticada y desvalorada, pero hoy nos ha dado una gran lección: gracias a ella, las puertas se han abierto. El flamenco ha cambiado su visión, la forma de hacer videoclips, de producir, de componer, de estilismo y de vestir. Antes de El Mal Querer, nadie nos atrevíamos a ponernos un chándal, unos aros o unos tacones, me incluyo, porque nos parecía hortera. Pero cuando ella lo hizo, nos fascinó a todos. Personalmente, creo que al flamenco le debemos muchísimo a Rosalía.

P: Es complicado extenderse si se está atado a la pureza. 

R: Creo que la única manera de que el flamenco se mantenga es que los jóvenes lo consumamos. Somos quienes podemos entender y acercarlo a un punto más mainstream. A alguien de una peña en La Puebla de Cazalla, un pueblo de Sevilla, le costaría entender mi versión de La Niña de la Escuela o mi tema Arrastrado con Faenna. No lo concibe dentro de lo que es el flamenco tradicional. Por eso, mantener la relación entre lo puro y lo mainstream depende de que los jóvenes apoyemos y fomentemos el flamenco, escuchando a compañeros como Israel, Ángeles, Maria José Llergó y también a quienes estamos en este mundo.

Mi vida empezó viviendo un duelo que nunca terminó

P: Parece que la cultura moderna se remite más que nunca a dios, la espiritualidad y el misticismo. ¿Cómo lo sientes?

R: El flamenco siempre ha sido una manera de quejarse, de manifestarse, de aferrarse a algo divino. Lo escuchas y siempre está presente el ‘¡Ay, Dios mío!’. Creo que lo que ha hecho Rosalía en Lux es majestuoso. Ha marcado otra época y ahora todos quieren relacionar su música con lo divino, con lo místico. Mi álbum en sí no habla de plasticidad, sino de mis sentimientos y de cómo me he sentido. En este caso, elegí el agua como elemento para purificarme y expresarlo en mi videoclip. Para los budistas, el agua es sagrada, es Dios, así que todo termina conectado con lo divino. Pero hace falta alguien como Rosalía que nos recuerde y nos ponga en contexto otra vez. 

P: Has lanzado este año Manifiesto, un disco atravesado por la idea del duelo. 

R: Mi vida dio un giro muy fuerte con muchos cambios. Todo era bastante caótico. Mi padre vivía en Jerez, yo en Sevilla, y de repente, se me va. Yo tenía solo 10 años, era una niña, y siento que mi vida realmente empieza ahí, viviendo un duelo que nunca terminó. Es un duelo que no cesa porque todavía no tengo la capacidad de entender por qué en enfermó y por qué mi vida tomó ese rumbo. Todo mi entorno familiar se desmoronó un poco. Después de 15 años decidí escribir. Necesitaba sacar todas mis penas y transformar ese duelo en canción. Así nace Manifiesto: desde el dolor más profundo, desde la oscuridad, hasta llegar a la luz y al empoderamiento femenino, artístico y personal. El último tema, Reina, puede sonar visceral, pero para mí es una coronación interna, una manera de reconocerme después de haberlo pasado tan mal. El duelo me afectó hasta tal punto que me planteé dejar la música, renunciar a mis sueños y mis metas. Pero gracias a Manifiesto pude salir adelante. Aunque tengo un disco anterior, siento que este es mi primer disco de verdad, porque nace de mi corazón, de mis entrañas y de algo muy profundo que necesitaba sacar al exterior.

P: La música también ha sido una manera de sanar en ese sentido. 

R: Sí, conmigo misma, confiar en mí, sentirme segura de mí misma, valorarme y quererme, que era algo que no había hecho nunca. También me ha servido para desprenderme de esas cadenas que te hablaba anteriormente, de lo puro, de lo ortodoxo. Ha sido algo que psicológicamente me ha machacado muchísimo. Necesitaba desprenderme de todas esas cadenas.

P: Te he oído decir que este disco venía también de una época de transformación y crecimiento personal. 

R: Sí, era un paso necesario porque necesitaba reivindicarme con el cante y con el flamenco, y dejar claro que soy cantaora. Por mucho que digan o esperen que haga otras cosas, voy a ser cantaora hasta que me muera, porque vengo de un linaje, y eso no me lo va a quitar nadie. Pero tampoco voy a dejar de experimentar, de buscar y de encontrarme en lugares en los que no sé navegar, pero que me atraen. Me gusta esa tensión, ese riesgo, y no voy a frenarme por nada. Necesitaba dejar claro que soy cantaora pero voy a hacer lo que me dé la gana.

P: ¿Qué dirías ahora si escribieras un manifiesto vital?

R: Dejaría claro que me da igual todo. Quiero sentir, volar, expresarme como soy y probar cosas nuevas. Hoy me mostraría más segura que nunca, sin importarme el qué dirán. En Manifiesto ya incluyo un tema dedicado a las personas que murmuran, que hablan de la vida de los demás y se dedican a catalogar qué es o qué no es. Hoy me mostraría firme, segura, y sin dejar que la opinión ajena me limite. 

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