Destiempo (De Conatus, 2021), la nueva novela de la escritora gallega Silvia Bardelás, es una de esas obras que de vez en cuando nos permiten celebrar el poder de la literatura. Sin embargo, además de hablar de su libro, la autora nos deja otras reflexiones y preguntas como estas: “No creo que ningún autor se haya planteado nunca que es un hombre escribiendo. ¿Por qué nos tenemos que plantear nosotras que somos mujeres escribiendo?”

Edgar Borges: - ¿Por qué Destiempo?
Silvia Bardelás: - Porque el momento de encontrarse con uno mismo está fuera del tiempo. Tú no eres tu pasado, ni tu presente, ni tu futuro. Y justamente vivir ese momento de conexión contigo mismo es lo que te puede hacer entrar en el tiempo de una manera más consciente y vivir con más intensidad.

E.B: - En tu novela la comunidad se convierte en una necesidad para los personajes. ¿Cuál es el planteamiento de la comunidad dentro del argumento de tu historia?
S.B: - Empieza la novela con una escena que puede extrañar: una especie de misa que deseaban todos los “parroquianos”. ¿Por qué? Porque echaban de menos el rito como una vivencia común. Pero el rito ya no les vale así que buscan otras formas de sentirse unidos como luchar juntos por mejorar la sociedad o llevar la filosofía a la calle. ¿Y dónde está la comunidad al final? No creo que ningún autor se haya planeado nunca que es un hombre escribiendo. ¿Por qué nos tenemos que plantear nosotras que somos mujeres escribiendo? En el encuentro personal, que ocurre cuando dejan de tener miedo al otro.

"La novela siempre es una batalla entre un personaje que quiere ser él mismo y la sociedad que se le opone"

E.B: - ¿Dirías que es una obra de personajes no resignados?
S.B: - A mí me interesan los personajes con capacidad de acción, inteligentes, cada uno con su tipo de inteligencia, que no encuentran su lugar en el mundo, pero que lo buscan. La novela siempre es una batalla entre un personaje que quiere ser él mismo y la sociedad que se le opone. Si cualquiera de los dos no juega, no hay novela, habrá otro tipo de narración. A mí me interesa la novela. La sociedad actual ofrece muy poco espacio para tener una vida digna, consciente, eso hay que contarlo y la mejor manera de hacerlo es con personajes que no están resignados.

E.B: - ¿Saldremos de la pandemia más o menos conscientes del valor del grupo?
S.B: - Creo que ya somos más conscientes del valor de las relaciones personales, de la necesidad del otro. Los grupos están pensados para unir a gente que se identifica con algo: una religión, una idea política, lo que sea. Se supone que como todos son como tú, no tienes nada que temer. Son muy poderosos porque calman, es increíble el miedo que nos tenemos los unos a los otros. En la pandemia los grupos no tenían capacidad de movimiento, lo importante era la relación de tú a tú. En un curso que di de Creación Literaria en el confinamiento comprobé que todo el mundo sentía la necesidad de pensar en su vida, de acercarse a gente con la que ya no hablaba, de tener comunicaciones cercanas, más íntimas. A lo mejor mantenemos esa necesidad de calor humano, pero la sociedad de control va a estar ahí. Se controla mejor a los grupos que a las personas en busca de sentido, que son impredecibles. Por otro lado, son tales las ganas de disfrutar, que no sé si va a haber mucha empatía con el sufrimiento de otros.

"El impulso que me lleva a escribir es el de observar el mundo y ver qué hay detrás de lo que nos está pasando como seres humanos"

E.B: - Tu novela es ante todo literatura, resulta cuando menos atrevida la propuesta en medio de una industria editorial más pendiente de modas. ¿Es tu necesidad literaria hacer literatura sin etiquetas?
S.B: - El impulso que me lleva a escribir es el de observar el mundo y ver qué hay detrás de lo que nos está pasando como seres humanos. La imaginación se pone en marcha y empieza a crear unos personajes que en su movimiento te hacen ver cosas. Esos personajes son contradictorios, están vivos, no representan la idea generalizada sobre lo que es un padre hoy en día, o una madre, o una persona de campo, por ejemplo. Precisamente la literatura está para romper los tópicos. Tampoco escribo para ratificar ideas preconcebidas con una historia. Creo que quien escriba nunca debe pensar en vender. Es la primera condición creativa.

E.B: - Dice Virginia Woolf que «es funesto para todo aquel que escribe el pensar en su sexo. Es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser mujer con algo de hombre u hombre con algo de mujer. Es funesto para una mujer subrayar en lo más mínimo una queja, abogar, aun con justicia, una causa; en fin, el hablar conscientemente como una mujer. Y por funesto entiendo mortal; porque cuanto se escribe con esta parcialidad consciente está condenado a morir. Deja de ser fertilizado. Por brillante y eficaz, poderoso y magistral que parezca un día o dos, se marchitará al anochecer, no puede crecer en la mente de los demás. Alguna clase de colaboración debe operarse en la mente entre la mujer y el hombre para que el arte de creación pueda realizarse.» Me gustaría tu reflexión al respecto.
S.B: - Muy buena reflexión, no sé por qué este texto no tiene más visibilidad. Cuando alguien escribe no es hombre o mujer, quizás el arte sea el espacio más claramente no binario, por seguir la conversación actual. Hace muy poco tiempo había un pensamiento generalizado: sólo los hombres escriben bien. Entonces se hablaba de literatura de mujeres. Desde hace un tiempo ya se sabe que las mujeres escriben también bien. Ahora tiene que llegar el momento de la síntesis: un autor o autora no es un hombre o una mujer cuando escribe. De hecho, no creo que ningún autor se haya planteado nunca que es un hombre escribiendo. ¿Por qué nos tenemos que plantear nosotras que somos mujeres escribiendo?

E.B:  - La ficción, ¿qué cosa es la ficción más allá de un entretenimiento para "olvidar" los males del mundo?
S.B: - La buena ficción nunca ha hecho olvidar los males del mundo, al contrario, te mete directamente en lo más profundo de ellos, pero, cuando es arte, no te hunde en la miseria, sino que te hace luminosamente consciente. A la ficción no le interesa que veas la violencia, por ejemplo, para eso está el periodismo, le interesa hacerte ver dónde surge la violencia, cuáles son los mecanismos que nos vuelven violentos y, cuando eres consciente de esos mecanismos, disfrutas por saber, por entender. Así con todos los temas. El placer de entender y saber, de meterte en la piel de otro, de no estar solo porque puedes identificarte con la humanidad entera, es mucho más intenso que el que proporciona la comodidad del entretenimiento, pero cada uno elige lo que quiere.