Cuando era una niña me gustaba leer es la primera recopilación de ensayos en castellano de la escritora norteamericana Marilynne Robinson, seleccionados de sus dos libros más recientes, When I was a child a read books (2012) y The Givenness of Things (2015), editados por Galaxia Gutenberg.

Aunque su primera novela, Vida hogareña (1980), mostró a una gran narradora, tuvieron que transcurrir veinticuatro años hasta que publicó la siguiente, Gilead (2004), premio Pulitzer y una de las mejores obras en inglés de los últimos años. Tras ella, Robinson publicó dos novelas que continuaban aquella de alguna manera, o, como poco, la complementaba, En casa (2008) y Lila (2015). Cuatro novelas en las que la escritura ha desplegado un universo propio y una mirada al mundo muy particular, desarrollando una serie de temas muy personales, pero a la vez universales, con un estilo de gran precisión y belleza estilística, de gran hondura reflexiva y magnífica narrativa.

Los once ensayos que conforman Cuando era una niña me gustaba leer, más un imprescindible prefacio, pueden leerse de manera autónoma y particular, pero poseen un hilo interior, incluso cuando están separados unos de los otros por años en su escritura, que hacen que el volumen acabe siendo una mirada, muy personal y reflexiva, a Estados Unidos. No es complicado encontrar en ellos avisos o advertencias hacia ciertas derivas políticas e ideológicas que se estaban gestando en un momento determinado y que acabarían recientemente por instaurarse en su sociedad. Con un estilo claro y alejado de todo contado académico, aunque sí con rigurosidad tanto personal como informativa, Robinson despliega en cada ensayo un acercamiento a temas que son, por otro lado, consustanciales a su narrativa más allá del tema religioso: Robinson es una calvinista practicante, una persona religiosa en un sentido –no hay más que leer sus novelas y sus ensayos- extraño, por casi único.

Hay a lo largo de este magnífico libro de ensayos un cierto temor que recorre de principio a fin cada texto y todo el volumen en relación con Estados Unidos. Robinson percibe que muchos elementos que hicieron de él, en su corta vida, un país importante y que lo definieron, poco a poco han ido transformándose para ir perdiendo esa identidad tan particular. Si en la narrativa de Robinson siempre hay una conversación con el pasado y con la tradición desde el presente exenta de nostalgia, en su mirada ensayística surge de un modo muy parecido, buscando en el pasado las posibles huellas que permanecen en el presente. Ya sean asentadas o en camino de ser eliminadas, borradas.

Habla del miedo a que la libertad de pensamiento acaba desapareciendo o condicionada a intereses de control; también critica la austeridad como sentido último de las políticas neoliberales de los últimos años en un texto magnífico en el que reflexiona sobre la propia naturaleza de la palabra e indaga sobre sus conveniente utilización y manipulación para los interés económicos. A los cuales también ataca en tanto a su apropiación de las Humanidades para anular cualquier atisbo de pensamiento crítico, una idea que Robinson desarrolla en varias ocasiones, desplegando una auténtica creencia en la cultura y, por extensión, en el Humanismo. A la vez, habla de religión y de materialismo, reflexiona sobre la conexión entre un sentido religioso, espiritual si se quiere, con la ciencia y la razón, buscando en todo momento más los puntos de unión que de separación. Y, en el ensayo que da nombre al libro, Robinson habla de sus inicios como lectora, pero no tanto para desplegar una lista de influencias y lecturas, sino para hablar de cómo el gesto lector conformó en ella algunos elementos idiosincrásicos de su individualidad e identidad, reivindicando además la soledad y el silencio en un mundo que, como en otro ensayo explica de manera más amplia, vive asolado por el materialismo y la creencia en las tecnologías. Habla en su ensayo de cómo la lectura, y la cultura en general, supone, o puede hacerlo, el germen de una construcción personal muy particular, más reflexiva, más humanista. Y, en este sentido, Robinson se presenta como una autora más radical y diferente de lo que puedan dar a entender sus textos y sus temas a primera vista, pues apuesta por un acercamiento al ensayo y al mundo alejado de tendencias y de modas, esas que vertebran nuestra realidad, la condicionan y, en última instancia, la capitalizan para, poco después, desvanecerse sin apenas haber construido algo con solidez.